José Luis Jiménez - Pazguato y fino

La Marea no se toca, muchacho

Con el eco de sus críticas aún flotando, la democracia interna de Podemos ha caído jacobinamente sobre Breogán Riobóo

José Luis Jiménez
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Anduvo jugando con fuego y se quemó. Breogán Riobóo, cuyo currículum político entra en un graznido del Twitter ese que tanto gasta la nueva política, se afilió al círculo morado, probablemente embriagado por todo ese halo de transparencia, participación, democracia y demolición del mundo conocido que proclamaban Pablo Iglesias y sus Magníficos. Creyó ciegamente que el «no nos representan» que agitaban contra los viejos partidos llevaría a que Podemos fuera una herramienta al servicio de una sociedad asqueada por la desigualdad y la corrupción. Quiero pensar que era eso lo que le llevaba a decir «eso lo decidirá la gente» cuando se le planteaba alguna pregunta mínimamente espinosa. Una indefinición no intelectual sino coyuntural, en resumen.

Pero he aquí que, de tanto repetir el argumentario como si fueran las Tablas de la Ley, Breogán perdió contacto con la realidad.

En la Arcadia violeta —laica y republicana— en que habitaba no encontraba explicación al hecho de que, siendo él secretario general de Podemos en Galicia, todas las decisiones relativas a su ámbito jurisdiccional venían ya tomadas por Pablo Iglesias desde Madrid. Como si él, que había sido votado por el pueblo, no pintara nada.

Así, se encontró con que su formación concurriría vestida de Marea a las elecciones generales porque así lo decidía el amado líder supremo, que previamente lo había negociado con sus amiguetes gallegos sin contar con su criterio. Y es más, todos esos acabaron en las listas al Congreso —aforados y forrados—, mientras Breogán quedaba relegado a mero elemento de atrezzo en los mítines. Sí, él tenía el cargo pero el protagonismo era de Beiras. Sí, Podemos no era nacionalista pero tenía que convivir con ellos en una Marea demasiado heterogénea y que vive más tensa de lo que la ciudadanía cree. Sí, él quería su minuto de gloria en las autonómicas pero los programas de la tele llamaban a los alcaldes de La Coruña y Santiago.

Y se cansó. Levantó la voz para decir que la Marea no representa a Podemos, que es un error aliarse con los nacionalistas y que quienes mandan son los círculos y no las élites con coleta. Error letal. Con el eco de sus críticas aún flotando, la democracia interna de Podemos ha caído jacobinamente sobre él como la hoja de la guillotina. Al fin Riobóo ha despertado de su bonito sueño morado.

A su partido, hablando en plata, nunca le importaron gran cosa la participación, la transparencia, los círculos o los militantes. Lo mollar es el poder, alcanzarlo cuanto antes para poder dar rienda suelta al sectarismo que nutre su ADN. Y la Marea es la llave para el éxito. Si para eso hay que ir con la nariz tapada, se va; si hay que aguantar a una vieja gloria nacionalista y sus monaguillos, se aguantan; si hay que reciclar a IU aunque en el resto de España se les desprecie, se les recicla. Todo por el poder, muy poder y mucho poder.

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