Sergi Doria - SPECTATOR IN BARCINO

Últimos «momentums» del secesionismo

Buch sigue comportándose como un portero de discoteca: esas bravuconadas contra el “Gobierno de España”, masticadas con retintín en castellano…

Miquel Buch, en una rueda de prensa EFE

El No Gobierno Torra ha proseguido su guerrilla disfrazada de preocupación sanitaria en pro del confinamiento total. Preteridos por la catástrofe global del coronavirus, los sediciosos saben que sus «momentums» se acaban.

En la República Catalana, todo sería diferente, insinúa la portavoza Budó. La consigna: cargar los muertos al centralismo español, según la teoría del gasolinero Canadell. Si el gobierno endureciera el encierro, la cuadrilla Torra abogaría por «desescalonar» y preservar la economía productiva, invocando el «business friendly» del (hoy emboscado) Mas.

La cuestión es llevar la contraria: fracasada la campaña por el ultraconfinamiento, la consejera Vergés aconseja ahora liberar a los niños en diez días, aunque la Generalitat no tenga competencias: si el gobierno se niega, quedará como el malo de la película.

Miquel Buch es uno de los más voluntariosos peones de esa ofensiva antiespañola, en rivalidad con los energúmenos que escupen a los soldados que desinfectan las residencias que la Generalitat no desinfectó y donde han perecido dos mil abuelos. Con casi ocho mil fallecimientos, la gestión del No Gobierno en las residencias motiva demandas judiciales.

Si echamos una ojeada a Wikipedia hallaremos uno de los currículos más inanes de la red. Nacido en Premià de Mar hace 45 años, Buch pertenece -como los Forn, Rull, Turull y Homs- a la facción más fanática y cutre del pujolismo.

Pero si los Forn Rull, Turull y Homs pisaron la universidad, aunque fuera para disimular con un titulín su servilismo pujolista canjeable por un cargo, Buch trastea en el pelotón de los torpes de la tropa secesionista.

Su simplista visión sobre Cataluña y España rezuma supremacismo: «Los catalanes hemos invitado al vecino que pasa hambre, mientras él se comía el filete, nosotros hemos comido el pan de ayer; para acabarlo de arreglar, este vecino viene a casa a insultarnos. ¿Esto no puede ser, no?» La obsesión por el pan marca también las metáforas tristonas de su correligionario Turull cuando compara la independencia con quedarse «el pan entero y no las migajas».

Pero volvamos al currículo inane. Portero de discoteca, Buch se afilió con veintiún años a las Juventudes Nacionalistas convergentes. Cuatro después, ya era concejal de su pueblo (el nacionalismo es una máquina de trepar). El fallecimiento en accidente de tráfico del entonces alcalde, Jaume Batlle, le dio el bastón de mando… Y su activismo «quitabanderas» españolas le impulsó en 2011 -albores del «procés»-, a presidir la Asociación Catalana de Municipios y a la Asociación de Municipios por la Independencia (AMI), organizadoras de manifestaciones de apoyo a Mas con el bastón erecto.

Candidato de Junts per Catalunya con el número 22, que corresponde a la facción más chusca entre los mediocres, Buch consiguió escaño en el Parlament; cuando enchironaron al equipo titular, el secesionismo recurrió al banquillo y colocaron a Buch en Interior. Hoy sigue comportándose como un portero de discoteca: esas bravuconadas contra el «Gobierno de España», masticadas con retintín en castellano…

El gran «Ramón de España apunta que Buch «rima con ruc»; la consonancia tuvo su ejemplo cuando el consejero proclamó con voz rotunda que el Estado enviaba 1.714.000 mascarillas a Cataluña para burlarse de tan aciaga efeméride histórica. Con tonillo chulesco, Buch tanteaba su «momentum»: “Si a alguien del Gobierno de España se le ocurre que la próxima cifra de mascarillas, o de test, o de lo que sea, tenga que ver con 1939, y por tanto nos envían 1.939.000 mascarillas, no se lo permitiremos. Con la historia de los catalanes no se juega, sean del partido que sean. Y no se puede jugar. No jueguen».

¿Estulticia? ¿mendacidad? ¿sandez? El consejero ofendió incluso a quienes se esfuerzan en «comprender», cual psicoanalista argentino, los delirios independentistas: «La última cosa que necesita una emergencia sanitaria es que haya fanáticos entre los responsables políticos que la han de gestionar. Los catalanes y catalanas no se merecen pasar esta vergüenza ajena», tuiteó Colau, cada vez más concernida por la realidad.

No es la primera vez que Buch perpetra grotescas elucubraciones con la jactancia de cuando era portero. Así, a su ignara manera, explicó la Diada 2018 a Carlos Herrera: «¡Qué país que somos en Cataluña que conmemoramos en la Diada una derrota, que fue cuando la fuerza del Estado Español invadió Cataluña!».

El «fatxenda» de Premià desconoce que 1714 no fue una guerra del «Estado Español» contra Cataluña, sino una contienda europea de Sucesión que enfrentó -en toda España- a las ciudades borbónicas contra las austracistas… Lo peor de este pobre hombre no es la ignorancia, que lo es… sino su mando sobre los diecisiete mil mossos que han de sufrir sus pintorescos «momentums».

De «momentum a momentum», cual juego de la oca, el secesionismo otea el vacío… 2Si miras mucho al abismo, el abismo acabará por mirar dentro de ti» (Nietzsche dixit). Aunque estos de Nietzsche «ni flowers».

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