Vaya palo

O no se puede o nos equivocamos, dijo ayer Rajoy en Béjar delante de Herrera. Sobre esta disyuntiva ignoro qué pensaría el presidente del PP en Castilla y León, echando la vista atrás y hacía adelante, así con las cabeceras de cartel que le ha dejado: la estrella de Valladolid fugaz, remplazada por un disciplinado hombre de partido desde la juventud, que no arrebata al hablar; Eduardo Fernández, que cuenta con el haber de un buen trabajo en León, pero obligado a meter a muchos en cintura; Maillo, al que en las elecciones municipales de hace cinco años, cuando figuraba por la capital, tacharon de algunas papeletas; Posada, merecedor de un homenaje, pero que no significa renovación; o los dos cuneros, el esperado Casado y Méndez Vigo, que no ha despertado entusiasmo en Palencia.

Salamanca y Burgos se saldan con veteranos de la política, y Segovia, con una candidata poco vista. Falta atractivo, no significan renovación y han desmoralizado a presidentes provinciales, como sin disimulo han declarado algunos estos días.

La ventaja del PP consiste en que el PSOE tampoco tira cohetes en esto de la renovación, con la excepción del defenestrado Villarrubia. Varios repiten, cómo no, la casi cunera Rodríguez, cada vez más desarraigada de Valladolid, aunque presidenta del PSCL. Además Sánchez, que no necesita abuela para vender sus ocurrencias y los logros de España, atribuidos igual da a qué partido (él se los apunta todos), pasó ayer por Valladolid (un centro cívico) con un discurso rancio y de socialista casposo, más propio para la repesca del sesentón que para un electorado nuevo; y con un problema añadido, el caladero de Podemos para las listas entre socialistas zapateriles. Tablas en el primer envite.