Fachada principal del castillo palaciego de Manzaneque
Fachada principal del castillo palaciego de Manzaneque - Luna Revenga

ManzanequeEl castillo del amor

Una fortaleza palaciega del siglo XIV se ofrece en Manzaneque como un magnífico espacio donde poder celebrar bodas medievales de ensueño

Toledo Actualizado: Guardar
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Hasta hace unos meses, la iglesia parroquial de La Asunción era la niña mimada de Manzaneque. Sin embargo, ahora tiene motivos para estar celosa. El protagonista es el castillo palaciego del siglo XIV, que se encuentra tan a solo 150 metros del templo. Se trata de una pequeña fortificación que durante décadas fue un punto estratégico, al estar próximo al territorio de las Guadalerzas y controlar la salida de invasores de Toledo hacia Andalucía.

A lo largo de su historia, esta singular construcción medieval ha tenido múltiples usos: desde residencia de condes (fue mandada construir por el matrimonio de María Catalina García de Meneses «La Malograda» y Lorenzo Suárez de Figueroa), pasando por cárcel durante los enfrentamientos de los manzanequeños con la autoridad local.

Incluso, sirvió como refugio en las Guerras Carlistas.

Este castillo, uno de los grandes desconocidos de la provincia de Toledo, ha sido testigo de la vida de los manzanequeños y de él se han llegado a contar múltiples leyendas. Una de las más difundidas es la existencia de un túnel secreto que comunicaba con la vecina localidad de Mora.

Pero con el paso del tiempo el fortín perdió protagonismo. Abandonada y en ruinas, el equipo municipal decidió restaurar la fortaleza, pasó a ser de su propiedad y utilizó algunas de sus zonas como dependencias oficiales.

Reclamo turístico

Fue declarado Bien de Interés Cultural, pero su alto coste de mantenimiento obligó al consistorio a buscar otras alternativas con las que se pudiera obtener algún rédito. Por ello, el pasado julio el Ayuntamiento decidió explotar este espacio histórico como reclamo turístico: visitas guiadas culturales, acontecimientos medievales (comidas y/o cenas temáticas con actuaciones de juglares, espectáculos humorísticos o representaciones teatrales) y escenario para la celebración de bodas singulares.

Siete siglos después de su construcción, su aire señorial y guerrero de la Edad Media recuerda la romántica vida de los caballeros y juglares, siendo un escenario de ensueño para los amantes del medievo que, por fin, podrán sentirse como auténticos caballeros y doncellas mientras viven su particular viaje al pasado.

El castillo consta de cuerpo de guardia, calabozos, comedor, biblioteca, dormitorios, salón, torre-homenaje con calabozo para nobles y sala de banderas. Esta última cumple ahora las funciones de capilla, siempre y cuando el número de invitados no supere la treintena. De las paredes de esta dependencia cuelgan antorchas, escudos y pendones de las dos órdenes que habitaron en la fortaleza: la de Santiago y la de san Juan (Lorenzo Suárez de Figueroa fue el trigésimo segundo maestre de la Orden de Santiago). Manzaneque fue precisamente sanjuanista, al igual que el fraile que estuvo al frente de la parroquia hasta 1820.

Pero volvamos a 2016. «Una de las ventajas de celebrar una ceremonia medieval es que la función del maestro de ceremonias la desarrolla bien el alcalde, teniente alcalde o los concejales, por lo que la celebración de la boda es totalmente legal y los novios no tienen que ir a un juzgado a refrendarlo», explica Julián Muñoz del Hoyo, asesor cultural del Ayuntamiento.

Rito gregoriano

Existen dos posibilidades de celebrar el enlace. Bien por el rito cristiano, si los contrayentes son tradicionales, o por el gregoriano (en latín). En este último caso, las diferencias con el cristiano son más que evidentes. Las arras, por ejemplo, no se entregan en la misa, sino un año antes al ser la dote que el novio ofrecía a cambio de la prometida. Al igual que la novia tampoco entra va acompañada solo por el padrino, sino con ambos padres; son éstos los que «entregan» la enamorada al oficiante (maestro de ceremonias), siendo la mujer la que espera a que llegue el marido. Ante todo, hay que respetar el rito. «Cuando el novio (noble) entra con su padrino (caballero), éste le entrega la espada porque, de no ser así, estaría coaccionando a la novia con un arma. Por lo que, hace entrega de la espada al Cristo y la deposita en el suelo», relata Muñoz.

El menú medieval está compuesto por platos típicos castellano-manchegos, como gachas o migas

Otra de las diferencias más notables es la existencia, con una connotación machista, de una única alianza. «Solo existe un anillo, que es el que el novio pone a la novia como señal de que tiene que guardar fidelidad y obediencia. En cambio, el novio no recibe anillo por parte de la novia, ya que él no tiene que guardar obediencia. En este caso, es un gesto machista», reconoce el asesor cultural.

Otro de los aspectos que miman hasta el último detalle en estas ceremonias son los trajes de los contrayentes, que, al igual que el de los invitados, se pueden alquilar o comprar. El de la novia (vestido, cinturón y corona), al contrario de lo que ocurre en un enlace tradicional, es más barato que el del hombre: en torno a los 400 euros. El del novio suele ser más caro al lucir botas, armas y cinturones con tachuelas.

Representación de una boda medieval en rito gregoriano
Representación de una boda medieval en rito gregoriano - Luna Revenga

Y tras la ceremonia y las correspondientes fotografías para inmortalizar ese momento histórico, llega la hora del banquete. El salón (cuya remodelación es una de sus prioridades del Ayuntamiento) tiene una capacidad para 70 comensales, sentados alrededor de mesas redondas, si bien el número de asistentes puede aumentar hasta los 150, que se distribuirán en mesas alargadas. «Y para bodas con un mayor número de invitados, existe la posibilidad de celebrar la ceremonia en el castillo y el banquete en las bodegas Terras de Orgaz, a pocos metros de la fortaleza», apunta Muñoz.

El menú también se puede personalizar al gusto de los novios, pudiendo escoger entre uno típico, como el que se degusta en cualquier restaurante, o medieval, que incluiría gachas, migas y asados, todos ellos platos típicos castellano-manchegos.

Para terminar la jornada, y tras la barra libre y el baile, los novios tienen a su disposición el «dormitorio de los señores» para pasar la noche de bodas. Se trata de una gran sala decorada con vestidos de época donde un biombo de madera delimita el dormitorio y una zona de descanso. Un curioso reloj volátil marca las horas.

¿El precio? Suele sorprender. El presupuesto para una boda de 70 personas, incluyendo banquete (comida, barra libre y baile), ceremonia, fotografía y alojamiento, es de 150 euros por invitado. «La gente se asusta mucho y piensa que una boda medieval puede costar un dineral, pero en realidad es mucho más económica que una tradicional», añade. El único requisito es reservar con, al menos, dos meses de antelación.

Ahora, siglos más tarde, el castillo de Manzaneque abre sus puertas para convertirse en el perfecto escenario de una boda de ensueño.

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