ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Cristina nunca volvió

La poeta se quedó en Barcelona en un piso 12 donde sólo se ve el mar cuando no hay contaminación

Cristina Peri Rossi

POR MARI CRUZ MAGDALENO

Cristina Peri Ross i no acudió a recoger su Premio Cervantes 2021 de manos del Rey de España el pasado viernes. Y no es que la poeta sea sospechosa de independentista y quisiera hacerle un feo a nuestro monarca, muy al contrario. A pesar de haber residido en Barcelona desde los años 70 y ser una vieja conocida del activismo político, no simpatiza con el movimiento amarillo y su 'dictadura lingüística '. Lo que le pasa a la poeta uruguaya es que sus 80 años le han traído además del premio más importante de la literatura en español, un estrechamiento de los bronquios y una insuficiencia coronaria que la obligan a estar encamada. No es la primera vez que alguien no puede leer su discurso del Premio Cervantes, nuestro insigne poeta talaverano Joaquín Benito de Lucas (1934-2021) se lo tuvo que leer a su amigo José García Nieto, Premio Cervantes 1996, que asistió al acto de entrega incapaz, muy debilitado y en silla de ruedas.

En su lugar lo recogió la actriz Cecilia Roth (Buenos Aires, 1956). Sorprendentemente la actriz admitió que no conocía personalmente a la poeta, que se trataba de un encargo. Sin embargo, la elección no es baladí. Cecilia es argentina, o sea una hermana. Argentinos y uruguayos tienen muchas cosas en común: toman mate y dulce de leche, dicen vos, pronuncian /ll/ como /y/, pagan en pesos, bailan tangos arrabaleros, su bandera es azul y blanca con un sol amarillo, son cultos y europeizados, y hasta celebran el mismo día las elecciones presidenciales. Pero es que, además, el padre de Cecilia es un judío ucraniano emigrado primero a Buenos Aires de la que fue República Soviética de Ucrania y luego exiliado a España en 1976 por la dictadura cívico-militar argentina (1976-1983).

Un periplo familiar similar al de Cristina Peri Rossi cuyos padres emigraron desde Italia a Uruguay, donde ella nació 1941, para más tarde emigrar ella a España por la persecución a la que fue sometida por la dictadura uruguaya (1973-1985). Llegó a Barcelona en 1972, donde se encontró con un régimen colaborador con el uruguayo que alargó su brazo represor allende el Atlántico, con lo que hubo de huir a Francia -acogida por Julio Cortázar- para luego volver a España al finalizar la dictadura en 1975. Vive en Barcelona desde entonces.

En su discurso durante la tradicional ceremonia del Cervantes en la Universidad de Alcalá de Henares, la poeta criticó a las guerras y al poder: «Los motivos de las guerras son siempre los mismos: el ansia de poder y la ambición económica», y recordó la definición de guerra de otro poeta, Paul Valéry : «La guerra es una masacre de personas que no se conocen en beneficio de personas que se conocen, pero no se masacran». Como colofón antibelicista, mencionó uno de sus poemas breves: «Podría escribir los versos más tristes esta noche, / si los versos solucionaran la cosa». Poeta cultivada, pero de lenguaje claro, coloquial y cercano, declaró en su discurso que la literatura responde a la enseñanza evangélica: «Hablo en parábolas para que los que quieran entender entiendan».

Como poeta comprometida , tuvo un recuerdo para los exiliados españoles, y admitió que en su primera lectura de ' Don Quijote de La Mancha ', no entendió por qué se ridiculizaba a alguien que quería cambiar el mundo e impartir justicia tratándole de loco. Sobre el exilio y la locura «como pretexto de exclusión de aquellos que dicen verdades incómodas », escribió su novela más querida, 'La Nave de los Locos'. En ella viaja Equis, un exiliado, al que acompañan pasajeros engalanados para una supuesta celebración a bordo; se trata de locos a los que, «mansos y fascinados por el incesante movimiento del mar, los marineros abandonarán a su suerte desembarcándolos en la oscuridad de la noche allí donde la mar es más profunda». Poeta libertaria - partidaria de la libertad -, ensalzó en su discurso el personaje quijotesco de la pastora Marcela, que aparece en los capítulos XII, XIII y XIV. Marcela, bella, rica y sobradamente pretendida, lo rechaza todo, reclama su libertad y se aísla de la sociedad: «Yo nací libre y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos». No es de extrañar que su novela más reciente, autobiográfica, lleve por título 'La Insumisa' (2020).

Seis mujeres han ganado el Cervantes en 46 años de historia del premio. Una de ellas, también uruguaya, fue Ida Vitale en 2018. Sin embargo, aunque también mujer culta, poeta y exiliada, Peri Rossi no se parece en nada a Ida Vitale. Mientras que la del 18, más contemporizadora, concebía el exilio como una oportunidad para conocer otras culturas y proyectar en ellas sus enseñanzas, la del 21, más libre y contrapoder, lo ha vivido siempre con desgarro. Aún así, Felipe VI , en su discurso de entrega del premio le agradeció a Peri Rossi el haberse mostrado tan « rebelde insumisa y transgresora », suena raro en un rey, pero así lo dijo. Hay otra cosa que diferencia a estas poetas que parece ser no simpatizan entre sí. Mientras que a Ida Vitale el Gobierno de Uruguay le concedió en 1989 una pensión 'graciable' de 40.000 pesos mensuales con cargo a las Rentas Generales, a Rossi se le negó el reconocimiento de su trabajo docente y no se le otorgó la pensión que contemplan las leyes en Uruguay para los exiliados políticos. En la actualidad, Vitale reside en Uruguay, Rossi en Barcelona. « Tengo un dolor aquí /del lado de la patria », escribiría Rossi en otro breve poema.

Se trata del primer poema del libro 'Estado de Exilio' (2003), muy recomendable para entender el drama de nuestros refugiados , que ya supera el millar en Castilla-La Mancha -sólo ucranianos-. En el poemario describe con desgarro la situación de los que se han visto obligados a salir de su país como «una terrible experiencia humana» por suponer una pérdida de identidad de doble recorrido: si te vas pierdes tus raíces, si te quedas arriesgas tu integridad y enmudeces: «En 1972, mis libros fueron prohibidos en Uruguay, como la mención de mi nombre en cualquier medio de comunicación y fui despojada de mi cátedra de Literatura Comparada», señala en el prólogo la poeta. Cristina eligió irse –«quedarse con la ausencia de mamá»-. «Llegué a Barcelona triste, derrotada, nostálgica, enferma y desamparada». «Con la esperanza de que fuera por un tiempo breve».

Luego vino el desexilio, la dictadura pasó, -«nos dijeron que con el nuevo general las cosas iban a cambiar, pero si algo cambió fue para peor»-, le escribía su madre en una carta desde Uruguay. Tocaba regresar y «todos repetían mi nombre incesantemente». «Pero yo no regresé, me quedé aquí». Efectivamente Cristina nunca volvió, se quedó en Barcelona con la humedad irritándole los bronquios en un piso 12 donde sólo se ve el mar cuando no hay contaminación.

En sus versos, la respuesta: «Soñé que volvía, pero una vez allí, tenía miedo y quería irme a cualquier otro lado». « Sueñan -los exiliados- con volver a un país que ya no existe , que no reconocerían nada más que en los mapas de la memoria». «No quería irme y extrañar el Paseo de Gracia o mi cafetería preferida en Barcelona». «¿Existió alguna vez una ciudad llamada Montevideo?». «Vos no volviste». «Porque nadie te esperó nunca, porque vendieron la silla de mimbre donde te sentabas, porque las calles cambiaron de nombre, porque no hay retorno sino un ir y venir incesante, porque el tiempo vuela y todo gira en un círculo infinito sin sentido y atroz». «Quiero romper ese pacto de nostalgia que nos ata como una condena a una maldición, y no volver a soñar con el barco que atraviesa una mar oscura para devolverme a la ciudad donde nací». « No quiero volver con las sienes marchitas , ni que un camarero me pregunte: ¿lo de siempre?, cuando siempre no existe». «Porque no hay un Volver, porque Gardel ha muerto».

«Y porque sólo la soledad es igual a sí misma».

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