ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Poeta por espanto

«Yo tuve frío y miedo durante toda mi vida, pero a mí me salvaron las palabras», dijo Félix Grande

El poeta Félix Grande EFE

POR MARI CRUZ MAGDALENO

Félix Grande ya tiene su estatua en Tomelloso. Se inauguró el Día Mundial de la Poesía, el 21 de marzo, pero el Consistorio dedicará todo el año 2022 a este poeta programando actividades de lo más diversas. Con una guitarra, una silla de enea, un libro de su Biografía, compendio de su obra poética y sus característicos rizos, el poeta y flamencólogo se aparece a los paseantes tomelloseros en una plaza del Barrio del Moral, que fuera testigo de sus juegos infantiles. Sin embargo, y a pesar de la modelada estampa, relajada y costumbrista, ni su vida en Tomelloso, ni su poesía lo fueron tanto. Y es que Félix Grande que había nacido en Mérida tercer hijo de una familia de ocho de los que murieron tres, con su padre luchando en una trinchera republicana y su madre trabajando en un hospital de sangre, mamó el espanto de la guerra . Terminada la contienda, que perdió su padre, se instalaron en el 'poblachón manchego', así denominaría Gil de Biedma a la España que quedó, un término que no gustó nada a Félix Grande, porque para él y su familia la posguerra equivaldría a miseria. Claro que Grande en Tomelloso fue pobre, pobre, un «puro miserable» que diría su admirado César Vallejo . Pobre, autodidacta y cabrero, «fui más cabrero que Miguel Hernández y menos poeta» , declararía. Mientras Biedma, que pertenecía a la alta burguesía catalana, estudió derecho y trabajó de alto ejecutivo en Tabacalera.

En 1959 cuando comenzó el despegue económico de España se traslada a Madrid y en 1964 inicia su propio despegue, éste literario, con la consecución del Premio Adonáis que culminaría en plena democracia en 1987 cuando le concedieron el Premio Nacional de Poesía . Pero su etapa de infancia y juventud en Tomelloso conformó el universo imaginario que le haría llegar a ser una de las voces más importantes de nuestra literatura. A Félix Grande se le ha encuadrado en la Generación del 50, la de los llamados Niños de la Guerra, aunque nuestro poeta fue más tardío, sería en tal caso un niño de la posguerra, lo que sí está claro es que ambas le marcaron de por vida.

Pero el poeta manchego encontraría refugio en la poesía: «debo mi maravillosa relación con las palabras al horror de la guerra civil», declararía. «Porque uno no escribe versos para congratular al funcionario del Ministerio de Cultura de turno (él trabajaría en Madrid de redactor en el Instituto de Cultura Hispánica), ni para seducir damas ni para mentir, escribimos libros porque tenemos miedo y los publicamos porque tenemos frío . Yo tuve frío y miedo durante toda mi vida, pero a mí me salvaron las palabras». Así lo confirma un poema suyo, 'En vos confío', cuando dice: «Protégeme poema, mira este can salvaje atado con cadena, mira este tigre altanero extenuado en la lluvia, siéntate en una silla y dame conversación, combate conmigo la amenaza y el error. Tú eres la mano que apacigua el espanto».

La guerra marcaría también la relación con su madre : «yo heredé la semilla de su horror, mamé la guerra en sus pechos y nunca pude comprender su tristeza. Mis palabras nacen de su espanto y de mi culpa». El poeta declaró que pudo perdonar a su madre y perdonarse a sí mismo años después de morir ella, «cuando comprendí que todos fuimos víctimas de la guerra». Pero él y su madre no serían los únicos damnificados del horror de la guerra civil: « mi padre perdió la guerra, volvió a Tomelloso y se puso a trabajar por siete pesetas al día . Mi mujer tuvo menos suerte, a su padre -pintor y dibujante- la guerra le costó la vida física y también civil, pues retiraron su nombre del Espasa».

Pero Grande no fue un poeta varado, lo demuestran estas palabras, a mi entender muy valientes: «Odio a los demagogos, a los capaces de llevar a sus contemporáneos a una guerra sea cual sea el disfraz ideológico que vistan. Canallas los del levantamiento militar y canallas los que mataron y torturaron en las chekas ». Lo demuestra también su defensa Luis Rosales en su ensayo La Calumnia. De cómo a Luis Rosales, por defender a Federico García Lorca, lo persiguieron hasta la muerte.

Pero hubo otras guerras, en 'Blanco Spirituals ', poemario nuclear de su trayectoria, trata la guerra del Vietnam (1955-1975), una guerra que en aquella época parecía que iba a ser la última, quién nos lo diría ahora. Unas palabras del escritor estadounidense Ray Bradbury preceden al poema 'La edad de los misiles' de Felix Grande: «Quiero irme a Marte, quiero escaparme de las guerras, la censura, el estatismo y el control gubernamental del arte y de la ciencia». En el poema se diserta sobre la calidad del espanto: «en las guerras, el miedo de los poderosos no es el mismo que el de los demás, uno rezuma vena y odio, el otro busca fisuras de humanidad en la amenaza, aún hay clases entre los espantados ».

El espanto de la guerra le acompaño a lo largo de su vida y de su poesía. Años más tarde, con la matanza de Atocha escribía 'Las nanas de la Metralla'. Relata cómo intenta distraer a su hija e once años del asombro que le provoca lo ocurrido. Comienza así el poema: «24 de enero de 1977, Madrid, calle Atocha 55, once de la noche. Y continúa: Desesperado camino y fumo, lleno la casa de miedo y humo. Espío con horror el lento ruido del ascensor. España llora lágrimas viejas que ruedan y se filtran entre las tejas».

Tras ganar el Premio Nacional de Poesía en 1987, Félix Grande abandonó 30 años los versos, «si los versos no vienen a ti es porque no lo mereces», declararía el poeta. Fue otra vez el espanto, esta vez producido por su visita a Auschwitz, el que le devolvió a la poesía . Y es que para él la poesía era fruto de un estado de gracia, algo puro y valiente. El resultado fue un poemario sobre el horror del holocausto, 'La Caballera de la Shoa'. Mi libro, diría Félix Grande, «concierne a los ignorantes, atañe a los tibios, afecta a los oficiantes y culpabiliza a los que dieron la espalda o miraron hacia otro lado».

Sin embargo, tengo que destacar para terminar que a pesar del espanto de la guerra, del miedo y del frío, el poeta manchego se decantó por la vida . Él tituló '(Poética)' sus versos más enérgicos y vivaces en este sentido y lo hizo sin comas y sin puntos como era de su gusto en ocasiones, ya que fue un innovador.

Tal como están las cosas tal como va la herida / Puede venir el fin desde cualquier lugar / Pero caeré diciendo que era buena la vida / y que valía la pena vivir y reventar / Puedo morir de insomnio de angustia o de terror / o de cirrosis o de soledad o de pena / Pero hasta el mismo fin resistirá el fervor / me moriré diciendo que la vida era buena /Puedo quedar sin casa sin gente sin visita / descalzo y sin mendrugo ni nada en mi alacena / Sospecho que mi vida será así y ya está escrita / pero caeré diciendo que la vida era buena / Pueden matarme el asco la vergüenza o el tedio / o la venal tortura o una bomba homicida Ni este mundo ni yo tenemos ya remedio / pero caeré diciendo que era buena la vida / Tal y como están las cosas mi corazón se llena / de puertas que se cierran con sigilo o temor / Pero caeré diciendo que la vida era buena: / La quiero con cansancio con horror con amor.

A Félix Grande el espanto le hizo poeta y la poesía le salvó del espanto , del espanto de las guerras. Acercarme a su figura, a sus vivencias y a su literatura ha hecho que me pregunte si resulta creíble, si puede ser posible que, pasados los años, y por más que nos refresquen la memoria, no hayamos aprendido nada.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación