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Perfil

Trillo, perseguido por la sombra del Yak-42

El político del PP dejó momentos para el recuerdo como su «manda huevos» en el Congreso o su relato sobre Perejil

Madrid Actualizado: Guardar
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Federico Trillo-Figueroa, nacido en Cartagena en 1952, es uno de los personajes más presente en la vida política española en los últimos treinta y cuatro años, desde que se convirtió en asesor de Manuel Fraga, tras haber dedicado los años de su juventud a doctorarse en Derecho y a seguir la estela de su padre en el Servicio Jurídico de la Armada, donde llegó al grado de comandante.

En 1979, Trillo logra por oposición un puesto en el Cuerpo de letrados del Consejo de Estado, pero su vocación política era demasiado fuerte como para limitar su actividad a cuestiones técnicas. De la mano de Fraga comienza a ser un referente de los populares, entonces en la oposición, a la hora de plantear recursos en ámbitos judiciales o de elaborar proposiciones legislativas.

La visita a Perbes

Pronto se integra en el grupo que, en vísperas de las elecciones de 1989 viajaría a Perbes, para decirle a Fraga que José María Aznar era la persona idónea para renovar el partido y ganarle en las urnas al PSOE de Felipe González. Junto con Francisco Álvarez-Cascos o Rodrigo Rato, fue especialmente activo en la denuncia de los casos de corrupción de los últimos años del felipismo.

Diputado en varias legislaturas por Alicante, cuando Aznar llega a La Moncloa en 1996, lo elige para presidir el Congreso de los Diputados, donde su pasó quedaría marcado por la expresión «Manda Huevos», que un micrófono abierto permitió escuchar cuando Trillo se quejaba de la compleja redacción de una enmienda que se votaba.

Pero sin duda, lo que más ha marcado a Trillo ha sido su paso por el Ministerio de Defensa, al que llega en el año 2000 y donde, además de ser el encargado de poner fin a la «mili», el servcicio militar obligatorio, dejó momentos para el recuerdo, como el comienzo de su narración de la recuperación militar del islote de Perejil, tomado por unos gendarmes marroquíes en julio de 2002. «Al alba, con tiempo duro de levante…». También, el error que cometió en septiembre de 2003, al gritar «Viva Honduras» cuando visitaba en El Salvador a las tropas de ese país.

Mucho más trágico fue el accidente del Yak 42 en el que murieron 62 militares españoles y la posterior gestión en la identificación de las víctimas. Dicen las personas más cercanas a él que Trillo se planteó entonces la dimisión. No llegó a hacerlo, pero la sombra del Yak le ha perseguido desde entonces y casi catorce años después ha terminado por acelerar su dimisión de un cargo que asumió en noviembre de 2011, después de rechazar la «jubilación» como presidente del Consejo de Estado que le ofrecía Rajoy.

Durante mucho tiempo fue el único «embajador político» del nuevo presidente, en una Embajada muy apetecida por los dilomáticos y en la que Trillo ha tenido entre sus principales actividades seguir el proceso del referéndum del Brexit y escuchar las quejas del Foreign Office por la presencia de barcos españoles en las aguas que rodean Gibraltar.

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