En 2008 comenzó la retirada de las piezas del museo, en este caso los cañones del patio de armas
En 2008 comenzó la retirada de las piezas del museo, en este caso los cañones del patio de armas - Yolanda Cardo

El Ejército reabre en Barcelona el Museo Militar que cedió Zapatero

El Ayuntamiento clausuró en 2009 la colección sin posibilidad de indulto

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

En mayo de 2009, el Ayuntamiento de Barcelona cerraba definitivamente el Museo Militar de Montjuïc. Propietario de la fortaleza tras la cesión que en una campaña electoral hizo el presidente Zapatero, el Consistorio confirmó que no había indulto para el museo: eran los tiempos de la Alianza de las Civilizaciones y Montjuïc tenía que ser un «símbolo de paz». Condenado por su origen franquista –fue inaugurado en 1963–, Barcelona echaba el cierre a un museo vetusto y anticuado en su concepción museográfica, pero con una muy interesante aunque irregular colección.

Pese a las voces de historiadores y expertos reclamando que se indultase el centro –paso previo a una modernización del mismo–, el Consistorio se mantuvo firme en una decisión que, en esencia, trataba de enterrar el que se consideraba el último gran vestigio del franquismo en Barcelona.

«El museo deriva de donde deriva, y por tanto se cierra», insistía a ABC en una entrevista el entonces alcalde Jordi Hereu (PSC).

El precio a pagar: la dispersión de una colección que llegó a reunir 6.557 piezas, de las cuales 955 tenían un alto valor patrimonial, según el inventario hecho por el propio Ayuntamiento. Ahora, cinco años después de ese atropello cultural, el inspector general del Ejército, Ricardo Álvarez-Espejo, confirmó el pasado martes durante la celebración de la Pascua Militar en Barcelona que Defensa pretende reabrir el museo. No será en el castillo de Montjuïc. sino en el edificio del Gobierno Militar, ubicado en uno de los puntos turísticos más transitados de Barcelona, en la parte baja de las Ramblas, frente a la estatua de Colón.

Poco más se sabe del proyecto –aún en fase embrionaria–, aunque fuentes conocedoras de la iniciativa confirmaron a ABC que se pretende abrir un museo de tamaño «correcto», que no tendrá las dimensiones del que había en Montjuïc, por razones obvias, pero que tampoco quiere limitarse a ser algo testimonial. El museo es un empeño personal del general Álvarez-Espejo, quien se ha marcado como objetivo acercar las Fuerzas Armadas a la ciudadanía en Cataluña.

Ahora, en la medida de lo posible, la reapertura del nuevo Museo Militar trata de corregir el atropello patrimonial que supuso el cierre del de Montjuïc en 2009. El principal reto, reagrupar al menos las piezas más valiosas de la colección, el grueso de la cual está ahora embalada en el castillo de Figueres, la misma fortaleza donde se exhibe por ejemplo la imponente colección Llovera de soldados de plomo. Otra parte de la colección se mandó al Museo del Ejército de Toledo, otra la recuperaron particulares –la menos valiosa– y otra retornó a la colección del museo municipal Marès. El presidente del PP en Barcelona, Alberto Fernández, celebró la iniciativa y abogó por recuperar estas piezas.

Se trata, en cualquier caso, de revertir la dispersión de 2009. Entonces, el cierre del museo fue considerado un atropello cultural por historiadores nada sospechosos de tener simpatías franquistas como el malogrado Gabriel Cardona –fundador de la Unión Militar Democrática–, Jaume Sobrequés o Josep María Solé i Sabaté. Todos entendían que Barcelona podía dotarse de un museo militar de gran nivel, como otras ciudades europeas.

«Sarampión demagógico»

«Cerrar el Museo Militar es fruto de un sarampión demagógico, empobrecedor para el patrimonio histórico catalán. Cerrar un museo porque tiene un origen franquista es una tesis idiota», explicaba entonces Sobrequés a ABC. En la misma línea se expresaba en este diario el historiador Gabriel Cardona, que pese a reconocer que el antiguo museo necesitaba algo así como un exorcismo político, nunca al precio de perder la colección. Todos coincidían en que para fomentar la paz –uno de los objetivos de los que nunca más se supo que el Ayuntamiento tenía para el castillo– «no hay que esconder la guerra». En la mente de todos: el magnífico Imperial War Museum de Londres.

Pese a esas voces, el Ayuntamiento fue inclemente, dejando escapar una colección que ahora, en parte, el Ejército tratará de recomponer con un museo de nueva creación.

Ver los comentarios