Albert Rivera, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en el debate organizado por «El País»
Albert Rivera, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en el debate organizado por «El País» - EFE
ANÁLISIS

La farsa del segundo

Por primera vez en democracia lo relevante será ver qué partido queda segundo y no quién ganará las elecciones generales

Madrid Actualizado: Guardar
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Resulta paradójico, pero por primera vez en democracia lo relevante será ver qué partido político queda segundo en las elecciones generales, y no quién las ganará.

Se da por supuesto que el triunfo será del PP con un 30 por cien aproximado de los votos si le beneficia en algo el voto oculto e indeciso, y a priori con un máximo de 130 escaños. Sin embargo, flota en la atmósfera la posibilidad de que esta vez no sea quien más votos y escaños logre el que finalmente alcance pactos de gobierno, sino una coalición alternativa al que se perfila como partido más votado, el PP.

Es el temor de Mariano Rajoy, consciente de que a menudo las promesas de campaña sobre reafirmación o negación de pactos postelectorales son sencillamente una farsa.

Nadar, guardar la ropa y dejar abiertas todas las opciones con apariencia de limpieza democrática para luego negociar, si es preciso, hasta con un partido radicalmente opuesto.

Ciudadanos, el PSOE y Podemos como comparsa están en ello. Primero, porque Pedro Sánchez solo va a tener una oportunidad en su vida política, y segundo, porque a Albert Rivera se le notan las prisas, la ambición sobrada y está loco por la música del poder. A Pablo Iglesias le bastaría con figurar en la foto de un cordón sanitario contra la derecha.

No obstante, la batalla entre el PSOE y Ciudadanos por ser el segundo partido más votado tiene ahora mismo más de mediática que de previsión realista. Ayer el sondeo publicado por ABC, como ya hiciera el del CIS unos días antes, confirmaba que hay aún una brecha amplia entre esas dos formaciones políticas. A una pequeña diferencia de porcentaje entre ambos, sigue una distancia de escaños suficientemente relevante a favor del PSOE.

Lograr hasta 63 escaños de una tacada sería un logro inédito en nuestra democracia y el mérito sería de Albert Rivera. Pero legítimamente no es suficiente para plantear su propia investidura y gobernar con ese número de escaños. Pedro Sánchez, con 87 escaños, no podría permitirlo. Ni tampoco ofrecerse a gobernar él, aunque es evidente que la suma PSOE-Ciudadanos será mayor que la de escaños del Partido Popular.

Difícilmente Rivera podrá ser segundo salvo que el derrumbe previsto de los socialistas se convierta en una hecatombe que lo aboque a ser un partido residual, casi de corte regional en Andalucía y Extremadura. Y ese hipotético pacto desactivaría a uno de los dos toda la legislatura.

En teoría, ese 40 por ciento de votantes indecisos que parece que acudirán a las urnas, pero no revelan a quién apoyarán, debe beneficiar al bipartidismo tradicional. Los votantes de Ciudadanos y Podemos son proactivos, tienen cierta euforia y presumen de sus intenciones.

A los votantes clásicos del PP y del PSOE que no tienen clara su fuga les cuesta más admitir su voto. A este fenómeno se aferran PP y PSOE en una campaña que han iniciado de forma radicalmente distinta. Sánchez, errático y desubicado, sin saber a quién disparar. Rajoy, omnipresente y pidiendo perdón por los errores. Pero nadie se fía de nadie. Normal…

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