¡Que más quisiera el "Everest"!

Madrid Actualizado: Guardar
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Algún medio de comunicación de los grandes, de esos que no le hacen caso a la vela hasta que llegan las medallas en los Juegos, o si editan algún suplemento pagado y bien pagado, puso de moda la frase de que la Volvo Ocean Race era el «Everest de la vela». El desconocimiento o la mala fe para vender más ejemplares hizo que ahora nos veamos en la coyuntura de ver cómo le llamamos al Trofeo Julio Verne, dejando a parte a la Vendée Globe y la Barcelona World Race.

La Volvo Ocean Race nunca ha sido el «Everest de la vela», es más, de un tiempo a esta parte —durante la época de Knut como director general— la hemos denominado muchas veces «una vuelta por el mundo» por su simpleza y su poca aventura.

Muchos aseguran que la Volvo se acabó en 2005 y después se convirtió en una regata simplona, publicitaria y sin apenas interés para los aficionados a la vela. ¡Vamos, que la Sidney-Hobart la pasa por encima!

Cuando nos ponemos a leer o a ver videos de lo que están haciendo el «IDEC Sport», con nuestro Alex Pella como gran protagonista y el «Spindritf» en menor medida porque es más grande y tiene el doble de presupuesto, es entonces cuando la vela oceánica nos muestra la realidad. Una realidad que se muestra en como el hombre arriesga su vida para vencer a la naturaleza bajando al límite al Sur y desafiando al sueño y al cansancio conscientes de que «solo» serán 45 días a tope.

No sé como será de fácil o difícil culminar el Everest, aunque imagino que se trata de una de las gestas más grandes que puede hacer el hombre, pero esto de dar la vuelta al mundo en menos de 45 días no sé como lo podríamos calificar. Si la Volvo es el Everest, la Julio Verne puede ser, y sin exagerar, la luna.

De acuerdo que los multicascos van dotados de unas tecnologías extremas y adecuadas a la regata, pero la naturaleza no respeta nada de eso. Un simple fallo de uno de los tripulantes o una rotura fortuita de una pieza clave puede dar al traste con las vidas de la tripulación.

En el Everest, que si hay cualquier problema pueden tener la alternativa del helicóptero o de que un equipo de rescate acuda al auxilio. En la Julio Verne, si el barco vuelca en ciertos sitios o cae un hombre al agua, se acabó porque no hay aparato con la suficiente autonomía y rapidez para arreglar ese descosido. Así que ya va siendo hora de que llamemos a cada cosa por su nombre.

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