Eurocopa 2016

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Paul Pogba

La cuna de «la Pioche»

En el club de formación de Pogba, estrella de la Francia que aspira a su tercera Eurocopa y joya del mercado

La cuna de «la Pioche»
HUGHES Guardado en: Actualidad selecciones

El primer equipo de Paul Pogba fue el de aficionados de Roissy en Brie, una localidad a media hora de París con mezquita y sinagoga. Se respira una tranquilidad departamental rota de vez en cuando por una ráfaga de rap.

Rodeado de césped, junto a un centro para la equitación, está el campo de fútbol Paul Bessuard. Dos campos: hierba y tierra. Un equipo de niñas empieza a entrenar. Sólo se oyen sus gritos y la queja del cortacésped.

Sambou Tati, el presidente, conoce a Pogba, lo vio jugar, marcharse y convertirse en estrella. Tenía seis años, pero Paul es agradecido y cuando puede les hace una visita. Sus camisetas firmadas ocupan la pared del pequeño cuarto que hace las veces de sala, nevera, despacho y sala de trofeos. La última camiseta de Pogba en Roissy está en la silla principal.

“Paul tiene mucho trabajo, pero no se olvida de nosotros”.

Desde el campo se ve un solitario edificio de viviendas donde vivió Pogba, donde aún vive su padre. Ahí se ganó el mote de “La Pioche” (espiocha, pico), porque se pasaba el dia dando pelotazos a la pared como si quisiese derribarla.

Con 23 años, Pogba lidera junto a Griezmann la selección bleu que aspira a su tercera Eurocopa. Antes la consiguieron Platini y Zidane, estrellas como él de la Juventus.

La comparación no es apresurada. En cuatro años en Turín marcó 37 goles y dio 42 asistencias, ganó cuatro ligas y jugó una final de Champions. Tiene el Trofeo Bravo y el Mundial Sub-20.

Pero va más allá de los números. Pogba es un paso adelante. Es un físico de mediocentro con técnica de mediapunta. Un jugador que recuerda a los saltos evolutivos que el fútbol dio con Eusebio en los 60 y Gullit en los 80.

A algunos les recuerda a Patrick Vieira, a otros a Zidane; y hay quien habla de Ibrahimovic, por la sorprendente coordinación de su fútbol. Un periodista italiano dijo que sus piernas jugaban a varias alturas, según la zona de campo. Es un estrepitoso todocampista que de niño admiró a Ronaldo, pero que se fijó en Yaya Touré porque no encontraba otro modelo para sus facultades.

Pogba engaña. Parece un jugador de fuerza, pero cambia el juego a cuarenta metros; parece un jugador de campo abierto, pero es hábil en espacios muy cortos. Muchos de sus goles los consiguió a balón parado en el segundo palo. Allí acreditó remates de colocación intuitiva, tobillos prodigiosos, amagos de cadencia extraterrestre.

Mino Raiola, su representante, lo ha sido de Ibrahimovic y Balotelli, dos “excéntricos” del fútbol. Pese al corte de pelo, no parece que vaya a ser su caso. Hay futbolistas de agente, futbolistas de padre, y hay futbolistas de madre. Pogba es así.

Sus padres llegaron de Guinea. Fassou Antonie, futbolista sin suerte, y Yeo Moriba, que se quedó con los niños tras el divorcio. Con ella apareció en la gala del Balón de Oro. Esta semana contó a la AFP cómo se llevó a su niño a Manchester con dieciséis años y la oposición de la Federación, y cómo luego se enfrento a Ferguson.

Así que la madre manda, y en la decisión consulta a los hermanos, también futbolistas -uno de ellos, ojo, se llama Florentín-.

Pogba actualiza su pelo, sube fotos boxeando a Instagram, ha viajado a Guinea a conocer sus raíces y quiere ser más que Pelé. Hace un par de días Drake posó con su camiseta rosa de la Juve. Hay un ritmo universal, negro y hip hop, que va de Canada a África y es Pogba. Su potencial icónico es otra mina.

Sobre su futuro nada sabe su amigo Sambou, pero por lo que conoce del entorno familiar se atreve a opinar. “Le quieren todos los grandes equipos, pero creo que lo más importante para él es el entrenador. El feeling con él”.

En ese momento, Moussa, otro amigo, entrenador de niños, exclama “¡Zizou, Zizou!”. Saca el móvil, y muestra un hilo de whatsapp con “La Pioche”. Es él. -no usa emoticonos-. Graba vídeos gracisos continuamente. “Crazy man”...

Pregúntale por el Madrid. Se ríe, pero es muy respetuoso con el amigo-ídolo.

Eso sí. Al irme, el staff técnico de Roissy en Brie, vivero de niños de piernas larguísimas, se queda buscándole sitio en el once de la undécima. Algo oigo de Kroos, cuando ya estoy fuera.

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