Dopaje

«En Barcelona 92 reclutaron médicos para el dopaje»

La historia de Maribel Medina, pareja de un exatleta español y convertida en autora de éxito al denunciar las miserias del dopaje

Madrid Actualizado: Guardar
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La vida de Maribel Medina (Pamplona, 46 años) giró como una peonza hace cinco inviernos. Sucedió en una cena que compartía con su marido, Andrés Martínez Modrego, licenciado en Magisterio y Sociología, exatleta de primer nivel y hoy bombero según la cronología de sus días. Éste habló esa noche de su cueva secreta, el mundo oculto que nunca describió a su media naranja, un pasado en el atletismo. Martínez Modrego se había retirado del tartán, ya se ganaba el presente con la manguera y el fuego, pero destapó la caja de Pandora. El dopaje. Le enseñó los mundos subterráneos, el tránsito hacia el éxito que él, según dijo, no quiso traspasar. Maribel Medina trabajaba en la India, en la ONG que ella misma había fundado, Women’s Time, pero aquel relato estremeció su conciencia y sacó a la luchadora que lleva dentro.

Escribió una novela con los detalles que le contó su marido y la investigación que llevó a cabo sobre un territorio que desconocía. Su primer libro, «Sangre de barro», la ha convertido en una autora de éxito. Ahora repite con la segunda parte, «Sangre intocable».

«Fue la rabia que sentí y no otra cosa». Por ese sentimiento tan irracional, Maribel Medina ha removido algún escrúpulo entre sus lectores, probablemente tan atónitos como ella ante la realidad que descubrió de boca de su marido. «Tengo la información sobre el dopaje porque Andrés conoce la realidad del deporte que practicó, aunque no tengo las pruebas para dar nombresy tirar de la manta, que es lo que me gustaría -explica Medina a ABC-. Andrés tuvo que elegir entre la gloria, con sus marcas (3.39 en 1.500 metros), o ir más allá, que era someterse al dopaje. Y no se dopó, pero se retiró. Era la época en la que competían Fermín Cacho, Reyes Estévez, Abel Antón...».

Según la escritora, el dopaje forma parte del atletismo por la confluencia de intereses que mueven el deporte y su lema de cabecera: citius, altius, fortius (más alto, más rápido, más fuerte). Todos quieren resultados y espectáculo: el atleta, su entorno de preparadores y representantes, la familia, los patrocinadores que financian, los políticos que se hacen la foto, el propio país que necesita estímulos. Todo eso conduce a médicos sin miramientos. El deporte, el opio del pueblo.

«Mi marido empezó a darse cuenta de lo que había en un vuelo a Inglaterra -dice la autora-. Iba con la selección española y les pidieron a todos en el avión que apuntasen en una hoja lo que estaban tomando. Andrés puso un medicamento menor, algo como una aspirina. El responsable federativo le dijo que pusiera la verdad y él respondió que esa era la verdad. Los otros sí que rellenaron la hoja. Solo mi marido pasó control antidopaje en aquel campeonato».

Maribel Medina ha aprendido a distinguir los elementos que constituyen el dopaje. «La estrella es lo que llaman el cocktail: EPO, hormona del crecimiento y testosterona. El dopaje te obliga a estar pendiente las 24 horas del día. Cómo duermes, qué tomas, cuándo, dónde... Sé que la mayoría de los atletas de elite duermen con pulsómetro para evitar coágulos o trombos. Cuando el pulsómetro pita es que la sangre se espesa. Entonces hay que salir de la cama, hacer ejercicio y moverse».

Las leyendas en torno al dopaje son múltiples y variadas, como la propensión al implante de aparatos bucales por el aumento de las mandíbulas debido al uso de hormona del crecimiento o los deportistas con manos muy grandes por el mismo motivo. Pero hay uno más que Maribel Medina describe. «Antes de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 se reclutó a una serie de médicos españoles y se les instruyó en técnicas de dopaje en distintos países, uno de ellos Australia. En esa época empezó a extenderse la EPO. Barcelona 92 fue un éxito total, pero no así en los siguientes Juegos (Atlanta, Sidney). Andrés hizo un relevo de la antorcha olímpica, pero ha tirado a la basura todas las medallas que consiguió en su vida...».

Su marido, dice, ha visto de todo. «Una vez entró en el vestuario de la selección para darse masaje y vio en la camilla a una atleta, de las más famosas de la época y que ganó muchos campeonatos y medallas, llena de pelo por todo el cuerpo, en las tetas, el abdomen, la espalda. Las mujeres solo tenemos pelo donde tenemos pelo... Y esa atleta estaba plana, como la mayoría de las atletas. ¿Has visto a alguna atleta con tetas? Todo es por la testosterona».

¿Positivos tapados?

Y lo que no ha visto ha sido porque, considera, no ha salido a la luz. «¿Alguien se puede hacer idea de la cantidad de positivos que se han tapado en el atletismo? Odriozola ha pilotado la edad de oro del atletismo, que también ha sido la del dopaje, y no se ha ido. ¿Cómo es posible? ¿Cómo puede defender a Marta Domínguez? Yo he tenido en mis manos los planes de dopaje de Marta Domínguez y eran de un médico muy famoso. Yo pienso que Marta se ha dopado. Y hoy nos representa. Es senadora».

Por la curiosidad que le generó el asunto, Maribel Medina se ha vuelto una descreída del deporte. «El atletismo es una estafa. Gana el mejor de los dopados. No me creo ningún récord, ninguno. Puedes ganar muchas reuniones o citas locales, pero cuando llega una gran competición internacional, dejas de ganar. El que se dopa bien marca la diferencia. Con el dopaje siempre se mejoran las marcas, llegas un poco más lejos cada año y no es progresión. Es dopaje».

El mensaje de Medina cala. «La gente quiere creer al deportista, pero yo ya no creo. Se utiliza mucho el suero y el agua para diluir la sangre y los enmascaradores para tapar el rastro. Siempre está mejor visto socialmente un positivo por un crecepelo o un jarabe para el catarro que uno de EPO o testosterona».

Las indagaciones le han llevado a otros deportes de tradición ligada a los laboratorios. «He visto los dobles contratos de los ciclistas: el normal y el privado. En éste se especifica si el plan de “recuperación” lo paga el corredor o el equipo. Me ha sorprendido mucho el ajedrez, la cantidad de medicación que existe para la memoria y la concentración».

La escritora no espera nada bueno en el futuro. «Las microdosis funcionan desde hace tiempo y apenas varían los valores sanguíneos del pasaporte biológico. En los Juegos de Río veremos el dopaje genético. El dopaje es muy rentable para las mafias. Se gana tanto o más dinero que con la cocaína y tiene menos riesgos. Hasta hace poco no había penas de cárcel».

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