Portada de la primera edidión de «Volando voy»
Portada de la primera edidión de «Volando voy» - abc
la revolución del flamenco

Camarón volaba a bordo de un ovni

El miedo a volar del cantaor de San Fernando era legendario, pero, puesto a despegar, lo hizo a lo grande

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El miedo a volar que sentía y confesaba Camarón de la Isla, capaz de darse un palizón por carretera para llegar a un recital antes que coger un avión, le da aún más valor, por simple paradoja, a la canción que, además de partir en dos la historia del flamenco y amostazar a los cabales, lo hizo más popular. Escrita por Kiko Veneno, uno de los invitados a la grabación de «La leyenda del tiempo» (1979), la canción fue estrenada en la voz del cantaor de San Fernando y envasada en una funda cuya portada, forma y fondo, contribuyó a subrayar la ruptura que, mientras los puristas se hacían cruces, proponía el «nuevo Camarón».

En 1990, y con las aguas ya bastante calmadas, Philips reeditó la canción con una estampa más convencional, un retrato de José Monge, pero en 1979 la imagen elegida para ilustrar el segundo sencillo de «La leyenda del tiempo» representó un desafío, aún más en el campo iconográfico -muy limitado: sota, caballo y rey- del flamenco, un género donde aún reinaba la postal.

Camarón viajaba en coche, y por el camino se entretenía

Camarón viajaba en coche y por el camino se entretenía. En los años ochenta no era raro avistarlo por las 150 viviendas de mi pueblo, urbanización marginal cuyo parque era conocido como La Guerra por quienes lo frecuentaban, a bordo de un indiscreto haiga, muy gitano. No teníamos aeropuerto, ni falta que le hacía a un hombre de carretera y manta y que a lo largo de su carrera no dejó de expresar su apego al camino, elemento recurrente en el paisaje del cante jondo: «Yo solo quiero caminar/ como corre la lluvia en el cristal/ como camina el río hacia la mar» («Solo quiero caminar»), «Caminando, caminando, caminando voy solito/ A buscar a mi gitana que lavando está en el río» («Caminando»), «Ay, dime, ay, qué llevas en el carro,/ que tan despacio tú caminas./ Llevo al probe de mi hermano,/ que un barreno en las minas/ le ha cortao las dos manos» («Camina y dime»). Todo eso era a ras del suelo. Puesto a volar, Camarón se subió a un OVNI.

Recordaba en ABC hace ahora un año Ricardo Pachón, productor de «La leyenda del tiempo», una anécdota que, si no explicativa, viene al caso. «En 1979, la autovía Sevilla-Huelva estaba en construcción y pasaba a la espalda del estudio de Umbrete. Una noche que estábamos trabajando a altas horas y bastante motivados, Juan El Camas salió al campo y volvió aterrorizado porque había visto un ovni. Salimos todos, con Camarón, el más asustado, y durante unos minutos alucinamos con unas potentes luces y un ruido desconocido. Tardamos en reconocer que era una gran máquina excavadora que trabajaba en horario nocturno».

A Camarón no sólo le daban miedo los aviones, sino, por lo que recuerda Pachón, los extraterrestres. Todavía no había aterrizado en los cines ET, un marciano que parecía de fiar, y «Encuentros en la tercera fase» (1977) no logró dejar del todo claras las intenciones de los alienígenas. En TVE, Jiménez del Oso metía mucho miedo con su «Más allá». Es en ese contexto cuando a Monge lo montan en un ovni -inspirado en la plástica naíf y colorista del «Yellow Submarine» de los Beatles, aunque trazado con la línea clara que resurgió en el cómic de los ochenta- para que se diera, bien motivado, como diría Pachón, una vuelta volandera.

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