Dennis Lehane, fotografiado ayer en Barcelona
Dennis Lehane, fotografiado ayer en Barcelona - INÉS BAUACELLS

BCNEGRA 2017Dennis Lehane: «El gánster es un símbolo perfecto del capitalismo salvaje y desatado»

El autor estadounidense, que recoge hoy el premio Carvalho, cierra con «Ese mundo desaparecido» su trilogía sobre el hampa en la América de entreguerras

BARCELONA Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La última vez que Dennis Lehane (Boston, 1965) estuvo en Barcelona, hace ahora doce años, su visita pasó de puntillas y apenas dejó mancha en los diarios de la época. Clint Eastwood acababa de adaptar «Mystic River» a la gran pantalla y el escritor estadounidense venía a presentar «Shutter Island», inquietante novela que Martin Scorsese transformaría en una película aún más turbadora, pero al escritor estadounidense aún le faltaban un par de años para convertirse en la superestrella de la novela negra que es hoy en día.

Ahí estaban, adoquinando las duras calles de su Dorchester natal, la serie protagonizada por los detectives Kenzie & Genaro o la turbia historia de abusos sexuales que le abrió las puertas de Hollywood, pero lo mejor de Lehane aún estaba por llegar.

A saber: guiones para «The Wire» y «Boardwalk Empire» y epopeyas históricas como «Cualquier otro dia», primera entrega de su ambiciosa trilogía sobre el hampa y los bajos fondos en la América de entreguerras que acaba de culminar con «Ese mundo desaparecido» (Salamandra), despedida y cierre a la historia de ese gánster de guante blanco y pulso firme llamado Joe Coughlin.

En esta ocasión, y justo cuando Ben Affleck acaba de estrenar la adaptación cinematográfica de «Vivir de noche», segunda entrega de la trilogía, Lehane viaja a principios de los años 40 para reflexionar sobre la muerte y ofrecer un rico y complejo retrato de la mafia asentada en Tampa, sus luchas intestinas y sus más que sorprendentes conexiones. De hecho, una de las cosas que más atrajo a Lehane de la época fue la llamada Operación Underworld que se llevó a cabo entre 1942 y 1943. «Fue la primera ocasión en la que el Gobierno y la mafia colaboraron. Mucha gente de inteligencia naval y de la mafia trabajaron juntos para localizar espías nazis en los puertos, y muchos de esos nombres aparecieron luego en la investigación sobre el asesinato de Kennedy, así que me parecía un periodo histórico muy importante», explica el autor, de regreso a Barcelona para recoger el Premio Carvalho esta tarde en el Salón de Ciento del Ayuntamiento.

¿Por qué cree que el gánster se ha convertido en una suerte de figura mitológica para la sociedad americana?

Es un símbolo perfecto del capitalismo desatado y salvaje. La diferencia entre un grupo de gánsters y uno de banqueros son las herramientas: uno utiliza una pistola y el otro un boli. Eso no quiere decir que el gánster sea buena persona o se le pueda absolver, igual que el banquero no ha de ser necesariamente una buena persona. En el libro, el personaje de Joe me permite retratar la hipocresía de la la sociedad, ya que puedes ser parte de una corporación que ha envenenado un río y ha causado enfermedades a varias generaciones y, aún así, puedes ir a un cóctel y presentarte como alguien respetable. Un gángster, en cambio, no. Así que Joe es mi manera de ahondar en esto. Pero Joe no es bueno. De hecho, incluso es peor, ya que piensa que sentirse mal le hace menos malo.

¿Qué tiene el período de entreguerras para que le haya dedicado tres novelas y tantos años de producción?

Para mí es uno de los periodos históricos más excitantes a todos los niveles, tanto en Estados Unidos como globalmente. El fascismo, el nazismo, Stalin, la ley seca, la Gran Depresión… Fue un período increíble para la historia en el que casi todo estaba conectado. De hecho, lo que lo que no se arregló con el final de la Primera Guerra Mundial volvió entonces.

Una de las constantes en sus novelas es que no hay juicios morales, como si quisiera dejar claro que el mal no necesariamente recibe castigo ni que el bien tiene que prevalecer.

Así es, siempre, en todo lo que hago. Y eso me lleva a lo más cerca que creo que ha estado el mundo del mal puro, que es Stalin. Pues bien, Stalin murió en su cama. E incluso aunque fuese envenenado, vivió una vida larga. No veo ninguna justicia ahí.

¿Entonces no ve la ficción como una manera de corregir la realidad e impartir justicia?

De ninguna manera. Creo que la ficción refleja la vida, eso es todo. Cuando escribo, intento entretener y contar una historia quizá más excitante que la vida, pero odio la idea de que un hombre con una pistola y principios puede solucionar los problemas del mundo.

En «Ese mundo desaparecido» también encontramos un retrato de la tensión racial que ha marcado la historia de Estados Unidos.

Creo que la historia de América, y quizá del mundo, pero seguro la de América, es la historia de la raza. Lo vemos hoy en día, cómo sigue ahí y vuelve una y otra vez. La diferencia es que en 1943 estaba mucho más en la superficie y, por tanto, se veía más. Era mucho más cruel, sí, pero quizá también más honesto. De todas maneras, no creo que haya escrito nada que no refleje esa confrontación y esa disparidad racial. Es un tema que incluso aparece en «Shutter Island».

Como hijo de inmigrantes que llegaron a Estados Unidos buscando una vida mejor, ¿cómo está viviendo todo lo que está ocurriendo ahora mismo en su país?

Estoy muy preocupado, claro. Cualquiera que haya leído alguno de mis libros sabrá que estoy en profundo desacuerdo con la dirección que están tomando las cosas, pero tengo mucha fe en el marco de referencia que nos dejaron los padres fundadores. Thomas Jefferson era un tipo realmente listo. Los americanos estamos construidos para manejar los errores, así que si dentro de dos años los votantes están insatisfechos, cambiarán el Senado; y si dentro de cuatro años siguen así, cambiarán al presidente. Mentiría si dijera que ahora mismo no estoy muy preocupado, pero tengo que agarrarme a eso para seguir creyendo en el sistema.

De hecho, alguna vez ha dicho que se considera un escritor político.

Oh, no, eso es un error de traducción. Yo me considero un escritor social, y para mí eso implica abordar temas universales de clase, raza… La política para mí tiene que ver con escribir sobre el presente inmediato, y nunca he sido demasiado bueno en eso.

¿Y qué es lo que le da el género negro como escritor?

Me gusta porque permite abordar todos estos temas. Desde un punto de vista histórico, la novela negra, al menos la americana, siempre ha tenido que ver con la gente que vive en los márgenes y con subrayar no aquello que se tiene, sino lo que no se tiene. Eso hace que inmediatamente te lleve a preguntas sobre clase, raza y justicia social. Supongo que tiene que ver con el hecho de crecer en una familia de clase trabajadora, yo siempre he visto la novela negra como la tragedia de la clase trabajadora. En una tragedia shakesperiana o griega, los héroes caen desde gran altura; en la novela negra caen desde el bordillo, pero la caída es igual de trágica.

Su colega Richard Price suele decir que escribir para el cine y la televisión le permite ganar dinero y así seguir haciendo las novelas que le vienen en gana. ¿Ocurre lo mismo en su caso?

Diría que son dos casos diferentes, ya que a Richard le pagan mejor su trabajo para televisión y a mí probablemente me pagan mejor como novelista. Hemos trabajado juntos y él es una influencia capital. En cualquier caso, lo veo como dos asuntos completamente diferentes: ahora mismo estoy trabajando en una serie basada en una novela de Stephen King y puedo escribir un guión en cualquier sitio. Para un libro, sin embargo, tengo que permanecer en una habitación tranquila.

Una última curiosidad: «Ese mundo desaparecido» se abre con un verso de «Stolen Car», de Bruce Springsteen, y hace años ya escribió un relato basado en la canción «State Trooper». ¿Ve alguna conexión entre sus universos creativos?

Es una influencia gigante. Lo descubrí con 14 años y me cambió la vida.Richard Price, Bruce Springsteen y Martin Scorsese son las tres personas que más me han influido. Luego vienen todos los demás. Además, los conocí a todos el mismo año, así que no puedo quejarme demasiado de la vida que llevo

Ver los comentarios