Truman Capote fotografiado por Henri Cartier Bresson
Truman Capote fotografiado por Henri Cartier Bresson - abc

Truman Capote, «dandy» o vagabundo

Este fue el artículo publicado en ABC por José María Carrascal el 27 de agosto de 1984, dos días después de la muerte del escritor norteamericano

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Apunto de cumplir los sesenta años, el escritor tenía tras sí una larga historia de alcohol y drogas, que él gustaba mezclar en lo que llamaba «su coctel». Años atrás había sido detenido por conducir embriagado y su salud era todo menos fuerte.

La última vez que le vi en Nueva York, yo camino de mi despacho, él saliendo de su bar habitual en las inmediaciones de la ONU, ofrecía un aspecto lastimoso, con dificultades para andar y las manos temblorosas, en busca de apoyo. Le había visto mal muchas veces, pero nunca tanto.

Truman Capote fue, sin embargo, un hombre dispuesto siempre a hacerse notar donde quiera que estuviese, aunque fuera a gritos. Pese a su estatura insignificante, lo conseguía ya con el vestuario, ya con su excéntrico proceder.

No vestía nunca normalmente, sino que unas veces como un «dandy» y otras como un vagabundo. Luego tenía una necesidad casi física de acaparar la conversación, lo que lograba en parte con su voz chillona y en parte con sus comentarios desenfadados, la mayoría críticos a personas ausentes y presentes, lo que le valió estar siempre a mal con unos y otros, sobre todo los colegas literarios.

Daba la impresión de estar siempre representando un papel como si no estuviese satisfecho con el que le había tocado. Esta insatisfacción con sí mismo la confesó en una nota autobiográfica: al parecer había sido un niño guapísimo, y la progresiva conversión en un adulto bien poco atractivo fue para él un motivo constante de frustración. Como escritor podía ser un clásico; como persona, en cambio, tenía una vena amarga e histriónica inconfundible.

Había nacido en Nueva Orleans, pero se crió en Nueva York y Connecticut. Aquí obtuvo, en 1946, su primer premio literario, el O'Henry, para narraciones cortas, que lograría otras dos veces, y aquí centró su vida, pese a poseer casas en Suiza, California y Long Island. En ningún momento desde que se dio a conocer ha dejado de estar en primera línea de la literatura o del chismorreo norteamericano.

Homosexual autoproclamado, no convirtió, sin embargo, la homosexualidad en el eje de su obra, como ha hecho, por ejemplo, Gore Vidal. Truman Capote se limitó más bien a reflejar de modo maestro la vida que corría en su torno. Sus dos novelas más famosas, «Desayuno en Tiffany's» y «A sangre fría» fueron llevadas al cine y él intervino en papeles cómicos en alguna cinta.

Ha muerto como ha vivido: sin saberse exactamente por qué. Pero tras sí deja una obra sólida, en la que destaca tanto el asombroso manejo del lenguaje como el ojo clínico de la sociedad, que nadie sospecharía en el personaje bufonesco que Truman Capote representaba en vida.

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