PENSAMIENTO

La resbaladiza verdad sobre Unamuno

Pedro G. Cuartango, Jon Juaristi, Marta Sanz y Carlos García Santa Cecilia debaten en un coloquio sobre la figura de Miguel de Unamuno y los mitos que le rodean

Miguel de Unamuno en el claustro de la Universidad de Salamanca, en los años treinta ABC

Jaime Sánchez / Yomeyli Astacio / Beatriz Lozano

Unamuno llegó a Madrid a última hora de la tarde del uno de mayo de 1930. En la Estación del Norte le aclamaron las multitudes, pero él decidió escabullirse y pernoctar en el Hotel Florida . El «primer intelectual español moderno» acababa de regresar de su destierro en Fuerteventura —tras la caída de Primo de Rivera— y le habían recibido con honores en Salamanca. El Unamuno que se hospeda en el Florida viene a reclamar la República, es su «apóstol» . Un «desterrado ilustre». La elección no es azarosa: el autor de Del sentimiento trágico de la vida escoge un lugar de marcado acento republicano, que concentró en sus pasillos a la más selecta progresía de la época.

El Florida de Hemingway y María Casares recuerda a Unamuno como uno de sus clientes más «estrepitosos» . El periódico La Voz , informaba el día dos de mayo de que «varias parejas de guardias de seguridad y guardias civiles acordonaron las inmediaciones del hotel». Lo que no impidió que «la presencia del filósofo fuera celebrada con vítores por los estudiantes», hasta que fueron disueltos por la policía.

Cinco días más tarde, se presentó en el hall del hotel un comisario enviado por Emilio Mola que invitó al escritor vasco a abandonar la capital . Unamuno no opuso resistencia y al salir pidió la factura. Cuando le iba a ser entregada cambió de parecer, según recoge Mola en sus memorias. Antes de torcer la gorra, comentó que «¿Por qué iba a pagar él su estancia en Madrid?» y argumentó que «después de todo, él había venido invitado». Ya fuera de la ciudad, les comentó a unos agentes de seguridad, lacónico: «Esto de ser perseguido político no deja de tener ventajas como la de no pagar».

«Nunca he podido ser un sectario, siempre he combatido todo dogmatismo, alegando libertad, pero en realidad por soberbia, por no formar en fila, ni reconocer superior, ni disciplinarme. Quiero oír, vivir y morir en el ejército de los humildes, uniendo mis oraciones a las suyas, con la santa libertad del obediente» (Diarios Íntimos, obra póstuma de Unamuno, publicada en 1970). 

El personaje de Unamuno ha generado un tumultuoso debate, tras el estreno de la película Mientras dure la guerra (Alejandro Amenábar, 2019). La polémica en torno al filme —que se detiene en los últimos meses de vida del escritor y filósofo bilbaíno— ha cuestionado la fidelidad histórica del guion. Esa «eterna batalla entre verdad y ficción», que es la piedra angular de las jornadas que organizó Ámbito Cultural en homenaje al Hotel Florida.

Tres personas «especialistas en meterse en charcos», según palabras de Carlos García Santa Cecilia , trataron de que la verdad resbaladiza sobre Unamuno se impusiera a la ficción: Jon Juaristi , autor de una «espléndida» biografía de Unamuno; Pedro García Cuartango , peso pesado del periodismo de cadencia filosófica, y Marta Sanz , escritora de «actividad desbordante» y conocedora de la figura de Unamuno.

Juaristi, Sanz, Santa Cecilia y Cuartango en un momento de la charla OSCAR PEÑA

Contradicción unamuniana

Unamuno, tras volver del destierro ABC

Unamuno no hizo concesiones a la dictadura de Primo de Rivera y mantuvo, según palabras de Jon Juaristi, una «posición implacable» que se explica —entre otras cosas— por un sentimiento de odio a los militares, que «nunca le perdonaron sus desaires». No obstante, fue un «gran antimilitarista que terminó apoyando el Movimiento Nacional».

Los posicionamientos ideológicos del escritor se fueron modificando a lo largo de sus días pues, según comenta su biógrafo, «la contradicción es parte de su estilo» . En el colegio, Unamuno se entrenaba en decir lo contrario de lo que opinaba la mayoría y en su primer despertar intelectual se perfila como un «vasquista» . Movido por una «idea romántica del pueblo vasco» llegará a darle ideas a Sabino Arana sobre la concepción del nacionalismo. Será liberal, después antiliberal y mantendrá una buena relación con el PSOE de Pablo Iglesias. Unamuno simboliza la « expresión más extrema del nacionalismo español» , algo que provocó la admiración de los falangistas. En palabras de Juaristi, se trató de «un amor no correspondido», pues era el falangismo el que se acercaba a Unamuno y no a la inversa. El filósofo creía —dice—en un nacionalismo «más liberal».

Sanz, García Cuartango y Juaristi fueron descomponiendo la vida de Unamuno —a través de datos y anécdotas— para recomponer la historia de un personaje sobre el que siempre planea la sombra de la incoherencia . Si bien Marta Sanz argumentaba que la contradicción permanente en la que vivía Unamuno le obligó a «hacer de la escritura una herramienta de pensamiento», Pedro García Cuartango destacó su honestidad intelectual y un «amor por la verdad» que le protegió de escribir para complacer a nadie. El periodista de ABC se afanó en defender que, a pesar de los virajes ideológicos de Unamuno, este siempre fue «coherente consigo mismo». En este sentido, reivindicó la figura de un intelectual que, tras terminar los estudios de Filosofía, se ganó la vida como periodista . Siempre tuvo claro que la manera de tener influencia era a través de sus colaboraciones periodísticas, que además le ayudaban a mantener a sus nueve hijos.

Juaristi destacó a los curas como público admirador de Unamuno . Además, contó que Joan Fuster denominó a este como la «Conchita Bautista» de la cultura española. También señaló que es acertado decir que es el «primer intelectual español moderno», como hace Stephen G.H. Roberts, profesor de la Universidad de Nottingham que ha publicado numerosos artículos sobre el pensador bilbaíno. El que fuera director del Instituto Cervantes afirmó que Unamuno gustaba a la Iglesia porque «siempre está dudando ».

El puente con la actualidad lo tendió Marta Sanz, para quien la reinterpretación que ciertos políticos hacen de Unamuno es caprichosa: «Cada uno se apropia de Unamuno como le conviene , desde la ultraderecha a Rufián».

A vueltas con «Mientras dure la guerra»

En una entrevista sobre su reciente película, Alejandro Amenábar declaró que «Unamuno dramáticamente es oro» . En un intento de arrojar luz sobre la fidelidad histórica de la película, lo primero que quiso apuntar el —también bilbaíno— Jon Juaristi es que «en Bilbao no decimos txapela , decimos boina». La película, en su opinión, es un reflejo distorsionado de los últimos días de la vida del filósofo por este y otros detalles. En el acto del Paraninfo, comenta su biógrafo, se exagera el relato apócrifo de Unamuno en la Universidad de Salamanca. Cuartango coincide, por otro lado, en que Amenábar hace un «retrato burdo» de Franco y Millán-Astray, a quienes caricaturiza, permitiéndose ciertas licencias históricas (la faceta del último como experto en cultura japonesa es poco conocida). Sin embargo, considera que —en contrapartida— la cinta refleja «a la perfección» el ambiente que se vivía en la ciudad de Salamanca en esos meses, así como la amargura que siente Unamuno tras la muerte de su mujer, Concha.

Amenabar junto a Karra Elejalde en el rodaje de «Mientras dure la guerra» ISABEL ISASI

Sanz, por su parte, expresó que existe una tendencia a la simplificación de la historia española , que se puede intuir en galas como la de los Goya. Además, apuntó que el público al que dirige la película de Amenábar es joven o estadounidense y por lo tanto «desconocedor del detalle histórico».

¿Dónde están los intelectuales de hoy?

La pluralidad de opiniones llevó a los tres ponentes a no alcanzar un acuerdo sobre si Unamuno fue mejor ensayista que escritor de novelas. El debate también estuvo presente en cuestiones como las relativas a su carácter, en torno a las que discrepan los dos columnistas de ABC: mientras para Juaristi la figura de Unamuno es «insoportable», para Cuartango es un «referente» con el que se identifica. Sin embargo, todos coincidieron en lo terapéutico de recuperar una figura como la del filósofo vasco , aunque esto acarree que un sector de la cultura se vea obligado a luchar contra las tergiversaciones de las que se sirve la ficción cinematográfica.

El periodista Pedro Garcia Cuartango durante la charla sobre Unamuno OSCAR PEÑA

En una sociedad que elogia la ignorancia y la posverdad, Marta Sanz concluyó que resulta «oportuno» recuperar la idea del intelectual que «se enfrenta al dominante» . En esta línea, se mostró a favor de practicar —como hizo Unamuno— el «pensamiento sin cautela», que nada tiene que ver con el «pensamiento incauto».

Existía en el ambiente una cierta nostalgia por la figura de un gran pensador y un anhelo de intelectualidad en nuestros días. El propio Unamuno declaró que «cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee» . Cuartango confesó que «ojalá tuviéramos una brújula moral como la que fue Unamuno en aquellos años». El periodista considera que España vive un «declive intelectual» si la comparamos con su situación de hace un siglo. Este momento de «atonía» pasa por el desprestigio de la intelectualidad, que se ha ido alejando del mundo de los medios de comunicación. El periodismo, sentenció, puede ser un «gran arma de combate»

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