Pan y circo

La caja de Pandora

'El recientemente destapado 'Caso Negreira' nos ha abierto los ojos a la despiadada realidad'

Pepe Reyes

Llueve, diluvia ya sobre mojado. El desvergonzado tema del ominoso arbitrio de las arbitrarias decisiones arbitrales, que con saña tan pertinaz viene persiguiendo al Cádiz, constituye un bochorno manifiesto, un zarpazo doloso y demoledor a la pretendida imparcialidad que se suponía. ¿Imparcialidad? , ingenuo concepto en el que creímos durante mucho tiempo, hasta que nos hemos enterado de que se trata de un elemento de compra y venta, de una mercancía, que para disfrutar del justo equilibrio de su designio es necesario abonar generosas cantidades. Algo huele a podrido en la liga española y parece que el Cádiz ha sido señalado como una de sus víctimas necesarias.

Durante décadas de fútbol asistíamos atónitos, estupefactos, a sorprendentes, incomprensibles, sonrojantes decisiones del trencilla de turno, pero todo quedaba medio aceptado, diluido en la extendida, asumida noción de 'errores humanos'. Pero el recientemente destapado 'Caso Negreira', caja de Pandora desvelada, nos ha abierto los ojos a la despiadada realidad. Ya nada será como antes, ni se interpretarán los clamorosos atracos como desaciertos casuales de los árbitros. Ya hemos aprendido cómo se manejan los hilos de las designaciones, qué órdenes implícitas reciben los designados y cómo se puede utilizar el comodín del VAR para favorecer o perjudicar a un equipo, según indiquen las consignas. No puede obedecer a la casualidad que al Cádiz le hurtaran tres penaltis frente al Sevilla, de esos que se pitan todas las jornadas y de los que nos han señalado en contra sin dudas ningunas y con impune asiduidad. Penaltis de nuevo cuño, faltas de nueva generación con cámara parada, inconcebibles en el fútbol que conocimos desde niños, pero penaltis al fin.

Y en lugar de poseer rasero igualitario, se utiliza tal innovación con cínica sutileza para favorecer a unos y hundir a otros. Dos días después, unas manos mucho más dudosas concedían un punto al Valencia, un rival directo. Duele, entristece pensar el puesto en la tabla que ahora ocuparíamos si no hubiésemos sufrido tanto arbitraje doloso. Esperemos que esos puntos robados no se echen en falta para la permanencia.

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