Cádiz CF

Cádiz CF: Brazos en alto, puños cerrados

Álvaro Cervera no pudo evitar ese estallido liberador cuando las cuentas clasificatorias certificaban el objetivo conseguido

Un mérito tremendo del entrenador del Cádiz CF; un logro superlativo, un éxito sin paliativos del equipo cadista

Álvaro Cervera celebró por todo lo alto la victoria del Cádiz CF en Granada al dejar prácticamente sellada la permanencia en Primera. EFE
Pepe Reyes

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Los puños cerrados, brazos en alto, mirada perdida al cielo, un relámpago de satisfacción atravesaba la imagen de Álvaro Cervera cuando finalizaba el partido en Granada. Muchas toneladas de tensión acumuladas durante meses que, por fin, encontraban feliz desahogo.

Nada asiduo en mostrar excesos emotivos, parco en gestos, escueto y sobrio en indicaciones, el míster del Cádiz CF no pudo evitar ese estallido liberador cuando las cuentas clasificatorias certificaban el objetivo conseguido. Eclosión de alegría, compartida y multiplicada en tantísimos hogares donde suspiran y palpitan unánimes corazones amarillos. Verdadera proeza futbolística, la permanencia de nuestro equipo en la máxima categoría constituye un logro superlativo, un éxito sin paliativos, sobre todo si consideramos de dónde venimos, cómo hemos llegado y de qué disponíamos para competir con lo más granado de la élite balompédica.

Y como broche a tan destacada campaña, quiso el destino que la meta de la salvación se obtuviera mediante un paradigma perfecto de la forma de proceder del Cádiz CF, con un partido modelo del canon asumido desde varios años atrás. Seguro y expeditivo en defensa, con las líneas juntas y coordinadas para taponar espacios y prestas para montar rápidos contragolpes, el rival quedó atrapado en la tupida tela de araña confeccionada y poco a poco se desquiciaba ante la imposibilidad de crear peligro a los gaditanos.

Sin pretender excelsitudes, sin intención de deslumbrar con pintureros arabescos de filigranas exquisitas, sin depender de salvadores arrebatos de inspiración individual, este Cádiz CF ha demostrado que sabe hacer daño a los contrarios desde la pulcra austeridad de un organizado, preconcebido juego de conjunto. Lo cual supone un mérito tremendo del entrenador, que ha sabido transmitir e inculcar esa idea, y de unos jugadores que no sólo la han asimilado y plasmado con efectividad sobre el campo sino que también regalaron su generosa renuncia a cualquier intento de lucimiento personal en pos del colectivo.

En esta extraña temporada, yerma, ayuna de color, sin alma en los estadios, cuan importante era mantener este privilegiado puesto entre los grandes, que tantos tumbos y padecimientos nos costó alcanzar.

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