Esa rosquita

Todavía cierro los ojos y veo el balón de Faly haciendo rosquita y pegando en el palo. Y todavía maldigo que no empatáramos ese partido, como el del Betis, el del Wanda o alguno que otro. Por eso, pasado el luto-cabreo del pasado jueves, toca hacer lo que siempre digo, coger la filosofía de Rafa Nadal. Bola terminada, se acabó. A pensar en la siguiente.

Y hay que pensar con optimismo. Porque al equipo se le ve capaz, no baja los brazos porque cree y me atrevería a decir, que hasta se divierte. Porque jugar al fútbol así, pase lo que pase, es divertido para los jugadores y para la grada. Aunque servidor salga a 30 canas por partido.

El equipo responde, la afición responde y el presidente, que dice que eso de llevarse el estadio fuera no es así, también responde. Estamos en un buen momento para seguir creyendo y no enredarnos en milongadas, ni siquiera que no faciliten entradas desde el campo de Nervión. No pasa nada. Mejor despedir al equipo en el Estadio propio cuando salga 'pallá' que cuando llegue a donde tiene que jugar, que está visto que no se nos da bien.

Quedan pocas jornadas. Las suficientes para que un angustiado como yo haga más números que un asesor fiscal en este mes con las rentas. Hasta el punto de entrelazar las victorias, las derrotas y los puntos con los estados de ánimos de los rivales, lo cual es una ciencia tan exacta como que la quinoa se puede poner con adobo.

Lo importante es seguir creyendo y a ser posible ganar. Sobre todo para que no sigamos soñando con esa rosquita de aquel balón de Faly o cuando cerremos los ojos solo veamos números y tablas clasificatorias igual que el Quijote veía gigantes en vez de molinos. Que esto no es que sea un guiño por el Día del Libro, es que de verdad veo números y siempre en series de tres.... con la mare que parió este 'sinviví'.