Editorial

Contra Franco vivíamos mejor

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Cuentan que en los tiempos del General Primo de Rivera, el notable dramaturgo Valle Inclán fue detenido cuando paseaba por las calles de Madrid exclamando: ¡Abajo el dictador! ¡Viva la República! Ya en dependencias policiales tuvo lugar un interrogatorio entre comisario y detenido que éste describe así: Al comienzo, «nombre y apellidos», contesta: «don Ramón María del Valle Inclán». Se le pregunta por la profesión y responde: «Autor dramático», Y cuando ya el policía dice: ¿Sabe usted leer y escribir? Valle replica: «Basta, llame a sus esbirros y que me den tormento, no soporto continuar tan estúpida conversación». Durante finales de los años sesenta y primeros setenta escuché historias de interrogatorios en tono no precisamente tan ingenioso. En aquella época muchos jóvenes andábamos implicados en organizaciones universitarias del Partido Comunista, como Pilar de Castillo, Anna Birulés y Josep Piqué, luego ministros con el presidente conservador Aznar, o Eduard Punset quien fue ministro de Suárez. Aquella militancia presentaba el efecto colateral positivo de unos brillantes expedientes académicos. La disciplina de la resistencia producía buenos estudiantes pues se trataba de liderar a los restantes compañeros y nadie sigue a zoquetes. Freud sostenía que el hombre propende a la indolencia y para obligarse a trabajar se inventó la religión. Cabe pensar que también funcionan las causas sociales que se entienden como justas.

En un momento dado se planteó forzar un sistema jurídico que mantenía a la oposición en el silencio. Como parte de esa estrategia, personas vinculadas a la misma debían visitar a otros personajes vinculados al poder, a quienes se suponía una actitud aperturista, se les llamaba «derecha civilizada». Recuerdo que Ricardo Aroca, catedrático de la Politécnica de Madrid y vinculado a la izquierda, visitó a uno de estos prebostes quien después de escuchar en silencio sólo le concedió unos minutos para que abandonara su despacho bajo amenaza de avisar a la policía. Al contar esto Ricardo añadió: «Resulta que la derecha civilizada somos nosotros». He titulado esta breve crónica de esos tiempos de alegres esperanzas de la misma manera que otra de Vázquez Montalbán. Los jóvenes al leerla pensarán como Ismael Serrano: «Al final todo dio igual: las hostias siguen cayendo sobre quien habla de más».