EDITORIALES

El Rey, en forma

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A pesar de los benéficos discursos oficiales sobre borrascas pasajeras, la crisis del euro se agudiza y España se encuentra en el ojo del huracán. Nuestro país está siendo observado con lupa debido a su alto endeudamiento privado, sus terribles niveles de desempleo y ahora por el agujero provocado por Bankia en el sector financiero, todavía de proporciones desconocidas. La gestión poco acertada de la nacionalización de este banco, en especial la falta de previsión sobre el origen de los fondos necesarios para hacerlo, ha llevado nada menos que al gobernador del Banco Central Europeo a criticar duramente al Ejecutivo español, con efectos muy negativos para la confianza internacional en nuestra economía. Pero el problema de fondo ya es más la credibilidad de la UE que la de nuestro país. El Gobierno de Rajoy llegó al poder convencido de que la alianza con Alemania y una agenda reformista muy activa serían suficientes para volver a colocar a España en la primera división del euro. No contaba con que la estructura de la moneda única iba a ser puesta en entredicho y que la canciller Merkel se negaría a reforzarla con medidas de gran calado, porque su preferencia era (y seguirá siendo) contentar a sus electores, reacios a dar pasos hacia un mejor gobierno económico europeo. De este modo, las reformas españolas, mal explicadas y a veces ejecutadas de forma deficiente, no han tenido tiempo de producir efectos positivos. El empeoramiento de la situación de Grecia, Italia y España han hecho saltar las alarmas. Nuestro país no puede resignarse a esperar un duro rescate, aunque éste se limite a su sistema financiero. El cambio de gobierno en Francia es una oportunidad para Rajoy de repensar su alianza exclusiva con Berlín y trabajar con Monti, Hollande para acelerar el reforzamiento de la moneda única con medidas europeas que den tiempo a transformar las economías nacionales. El silencio del Gobierno en los consejos europeos y la preferencia por ser ante todo el 'alemán del sur' debe dar paso a una política activa en Bruselas y en las capitales nacionales donde se pactarán en estas semanas medidas de emergencia.

Don Juan Carlos se reintegró ayer a la normalidad institucional menos de cincuenta días después de su última operación de cadera: presidió en Valladolid el acto central del Día de las Fuerzas Armadas, lo que le obligó a permanecer casi una hora de pie. El jefe del Estado, que tras su accidente reconoció su error y pidió disculpas a los españoles, fue acogido por el público con las muestras de simpatía habituales. Hoy, el Rey emprende asimismo su primer viaje oficial en esta legislatura. Al frente de una potente delegación empresarial, parte hacia Brasil y Chile, con el objetivo de celebrar encuentros de alto nivel para incrementar los intercambios. Además, asistirá a la IV Cumbre de la Alianza del Pacífico, que reunirá en el norte de Chile al presidente de este país con los de México, Colombia y Perú; en este encuentro informal, se ultimarán los preparativos de la Cumbre Iberoamericana de Cádiz, a la que estos cuatro presidentes ya han confirmado su asistencia. En el fragor de esta crisis, en que hasta algunas instituciones flaquean, la recuperación plena del monarca en el plano interno y en la política exterior -sigue siendo nuestro primer embajador- es sin duda una reconfortante noticia.