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Sociedad

¿Ninjas asesinas en Irán?

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Miles de mujeres ninjas se entrenan como asesinas en Irán». Contado así, es lógico que la noticia de la agencia Reuters se desparramase por televisiones y periódicos de todo el mundo: el presidente Mahmud Ahmadineyad contaba con un ejército secreto compuesto por fanáticas guerreras dispuestas a destripar infieles.

Todo encajaba en el perfil de un dirigente bajo permanente sospecha y a quien el mundo civilizado considera capaz de cualquier maquinación. No resultaba descabellado que la presión internacional le hubiese obligado a buscar armas alternativas ante la dificultad de poner en marcha las centrifugadoras de uranio en su carrera por conseguir la bomba atómica; o puede que pretendiese emular la estrategia de asesinatos selectivos a los que son tan dados los servicios secretos israelíes. En cualquier caso, resultaba pavoroso imaginar esa horda de letales amazonas avanzando, sedientas de sangre.

Y eso que, en principio, la idea de elaborar un reportaje en vídeo sobre las alumnas ninjas de un pintoresco gimnasio iraní de artes marciales -el Bujinkan Dojo de Karaj, situado a 50 kilómetros de la capital, Teherán-, parecía inofensivo. De hecho, las chicas colaboraron encantadas con sus coreografías y volatines, enfundadas en trajes negros y enmascaradas, exactamente el mismo uniforme con que los sigilosos asesinos acechan a sus víctimas desde la oscuridad en tantas películas del género.

El problema llegó a la hora de las entrevistas. Se ve que Akbar Faraji, el director del club, dedicado desde 1989 a la enseñanza del ninjutsu, se animó cuando le preguntaron por el número de socios: 24.000 «miembros oficiales», dijo; de ellos, 3.000 mujeres. Terminó de arreglarlo una de sus discípulas, que explicó cómo, gracias al completo entrenamiento, estaba siempre lista para hacer frente a cualquier imprevisto y, si se diese el caso, defender su nación. El periodista no necesitó más: ató cabos por su cuenta y se inventó «la mayor amenaza de Occidente».

Reacción tardía

Para cuando reaccionó el director de noticias de Reuters, Stephen J. Adler, ya era demasiado tarde, y a pesar de que rebautizó el vídeo en cuanto llegó la primera queja de la academia -«Tres mil mujeres ninjas se entrenan en Irán»-, el mecanismo de indignación del régimen ya se había puesto en marcha. Mohamad Javah Aghajari, alto cargo del Ministerio de Cultura, retiró las credenciales a los once informadores que componen la plantilla de Reuters en el país y clausuró inmediatamente sus oficinas, desoyendo las excusas de la agencia informativa.

Nada de esto habría sucedido si alguien se hubiese preocupado por atender a las imágenes del reportaje antes de emitirlo: habría podido comprobar que las chicas no podrán ser armas letales al menos hasta dentro de quince años, porque ninguna debe de pasar de cinturón verde, y solo la Providencia hace posible que las exhibiciones no terminen en desgracia. El conjunto de volteretas, revolcones, lanzamiento de estrellas ninja -¡el mortífero shuriken!- como si se jugase a la rana, apariciones súbitas emergiendo de un montón de hojas secas, o las miradas decididas de unos ojos pintados y enmarcados por unas cejas depiladas, inspiran más ternura que temor.

Igualdad y deporte

De hecho, a eso lleva una lectura desapasionada del asunto. En un país donde las mujeres viven arrinconadas socialmente, sufren un 42% de paro, están obligadas a vestir con recato y se exponen a golpizas y lapidaciones por adulterio, el deporte se ha convertido en el terreno donde pelean por una igualdad que les está negada en casi todos los demás ámbitos.

Es lógico por ello que cada nuevo hito se celebre como una conquista, ya sea con el ascenso al Everest de dos alpinistas iraníes (las primeras musulmanas en lograrlo), el rápido desarrollo de la liga de rugby femenino o las buenas marcas de sus atletas. Y es por eso que nadie, salvo ellas, puede comprender el tremendo revés que supuso la reciente eliminación de su equipo de fútbol en el camino a los Juegos Olímpicos de Londres. por negarse a jugar sin velo.

Seguro que los responsables de la FIFA que tomaron tal decisión creyeron sinceramente que, en el fondo, estaban ayudando a defender los derechos de las deportistas. Bien pensado, quizás la medida tenga alguna relación con el furor ninja que parece haberse instalado entre las mujeres de Irán: posiblemente se trate de la única disciplina deportiva que pueden practicar tapadas sin riesgo de descalificación.