SUEÑOS SON

He tenido un sueño esta noche increíble. Soñaba que desde Los Delfines, había como una antigua entrada a las cuevas de María Mocos, y que desde su «descubrimiento» se construyó como una especie de estación de metro subterránea para continuar esa construcción iniciada en épocas romanas. En su inauguración vinieron profesores de mi escuela sevillana, puesto que nunca antes, en el mundo del sueño, se había realizado algo así. Se adoptó una solución de repetición de las arcadas y columnas dóricas, del orden fuerte, ya iniciados por estos ingenieros, y que abarcaban entre unos muros de sótano de dieciséis metros entre ellos, con arcadas en el centro de cuatro metros de luz y en los extremos cubriendo sendos seis. Era espectacular. Los trabajos de rehabilitación comenzaban desde el Delfín 5 y, provisionalmente, se abrió un acceso desde la tienda de ultramarinos que está junto al acceso principal, desde la avenida, por detrás del mostrador. Recuerdo cómo uno de mis profesores más queridos de la escuela no conocía la historia ni la existencia de esos pasadizos inmersos en el zócalo de la ciudad, cómo parte de ellos fueron llevados junto al sistema de glacis que sin duda si fuesen hoy los años treinta y la carta de Atenas hubiera estado consolidada (se la pasaron por el forro con el destrozo de esta parte de nuestra ciudad), tendríamos un acceso al casco parecido al de la ciudad de Besançon, que se mantiene casi intacta con respecto al sistema de defensa diseñado por el ingeniero francés Vauban. La entrada por tierra, a pie de esa estación se hacía cerca de la plaza Ingeniero de la Cierva. En el sueño, el acceso se emergía desde la playa, estando restringido algunas horas por cuestiones de la marea. Era algo así como un Saint Michel gaditano, dentro de ese embrujo que son los sueños y parte de esa medio realidad que siempre vemos natural en ellos. Lo que está claro es que, en un mundo u otro, Cádiz es una ciudad maravillosa donde quedan muchas cosas por ser descubiertas.