Editorial

Punto muerto en Siria

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Sigue creciendo la revuelta en Siria. Ayer, la ciudad de Banyas, el gran puerto petrolero del país, fue el nuevo escenario de enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad, con apoyo del Ejército, y los manifestantes. Esto significa que la amplia reforma anunciada, con plazos, por el presidente Bashar al-Assad no convence a la mayoría. Se puede hablar de unos 170 muertos y también de un número no pequeño de policías o soldados muertos en los enfrentamientos que sobre todo en Daraa han alcanzado una virulencia extraordinaria. El imponente aparato de seguridad mantiene el control mal que bien, pero es un hecho que sin un genuino y rápido diálogo político las cosas solo empeorarán. Hay en el caso sirio un factor crucial que hoy es aún un misterio: es el de saber si hay en la rebelión un factor islamista y si tal es el caso, cómo es de decisivo o central en las mismas. El recuerdo de la masacre de Hama en 1982, cuando las Brigadas de Defensa mataron a quince o veinte mil Hermanos Musulmanes, planea ominosamente sobre la situación. El Gobierno, equivocándose mucho, confirma su conocida preferencia por la violencia institucional, pero así solo profundizará una crisis que excede de un problema de orden público y reclama urgentes remedios políticos.