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Gehen Sie zu Deutschland, Pepe

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La educación sigue siendo un gran desastre nacional y autonómico, y un drama familiar y personal. Por abajo, significa que el fracaso y abandono escolar temprano es un derroche suicida en tiempos de escasez, que condena a la precariedad a un tercio, al menos, de los jóvenes, por su falta de formación y titulación académica y profesional. Las cifras son tozudas: desde hace una década y a pesar de los muchos esfuerzos e inversiones, uno de cada tres jóvenes menor de 24 años no obtiene el título de bachillerato o de FP, lo que nos convierte en uno de los tres países europeos con más abandono escolar y desperdicio de recursos humanos. Una década en la que tampoco nos hemos movido de la cola de los indicadores PISA. Los estudios más recientes (Observatorio de la Educación 1º de Mayo, por ejemplo) demuestran la ineficiencia de los programas contra el fracaso y la inutilidad de las repeticiones. Definitivamente no es el camino y, si el iniciado por el ministro Gabilondo lo pudiera ser, fracasará ante el recorte presupuestario en educación (1.800 m.), la drástica reducción de nuevas plazas de profesorado y la no obligatoriedad para las Comunidades Autónomas de aportar el 50% pactado para programas de lucha contra el fracaso.

Por arriba, el panorama es tanto o más desolador, porque estamos hablando de lo que debiera ser, y no es, la elite laboral de un país, los que con esfuerzo y tesón consiguirán un master que les conducirá mayoritariamente al desempleo, el subempleo discontinuo y el mileurismo (o el seiscientoeurismo) hasta los treinta y tantos años.

Si la situación era preocupante antes de la crisis, camina ahora hacia el esperpento ante la mirada atónita de tantos padres que se han sacrificado para que sus hijos alcancen algún día un estatus igual o superior al suyo, gastando en master, estancias en el extranjero y residencias más de 10.000 euros al año. ¿Cómo aceptan que sus hijos deban ser mantenidos o cobijados en casa tantos años tras su graduación, que ganen menos que el albañil que no sacó la ESO y que tengan que ocultar sus muchos méritos académicos para conseguir un subempleo ('Currículo oculto')?

Y no hablemos de los excelentes, de esos pocos capaces de dar algo más a la sociedad, dedicándose a la investigación y el desarrollo, abocados sin remedio a las desastrosas expectativas profesionales que les esperan después de años de becarios que, hasta ahora, ni siquiera cotizaban a la SS para la jubilación. Las respuestas son modelos como el de Finlandia (por la selección y el estatus social de los profesores) o Alemania, por formar al 80% de los jóvenes como profesionales cualificados y ofertar pleno empleo, no sólo a sus universitarios, sino a otros graduados maltratados en su tierra, como los nuestros. Así que 'Gehen Sie zu Deutschland, Pepe' y a rezar para que Vueling mantenga la línea Jerez-Frankfurt.