ANDALUCÍA

PERFIL

El aprobado de junio en el jardín de los recortes

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En este tiempo de tijeretazos, ni las soberbias palmeras de los jardines de la Casa Rosa se libran. ¿Lo habrá ordenado el 'presi'? Será por su bien. La labor de los podadores que trepan por el talle de las 'washingtonias' llama la atención camino del palacete, un edificio afrancesado más pastel que rosa. La escalinata de la mansión, al fondo de lo verde, se abre a un vestíbulo de ocho lados con unas vitrinas atestadas de trofeos de morfología inclasificable: placas, metopas, carabelas, torreones, escudos... un mar de agradecimientos metálicos a Chaves, ahora más libre del 'placaje' andaluz de afectos en latón. La sala de trofeos distrae algo la espera. Hay un protocolo mínimo -¿recortes también?- en torno al presidente, que sale a recibir al antedespacho. Se le ve satisfecho, como si fuera el alumno que ha aprobado en junio de un tirón el primer curso de presidente. Y con nota. El día después del Debate no lleva, sin embargo, la euforia puesta en la cara ni en las respuestas. Se le ve tan convencido de la necesidad del tijeretazo como de la tasa de diez céntimos por bolsa de plástico, algo tan necesario a su vez como el impuesto a la balsa quieta de los depósitos bancarios. Ni un decorador contrario al más elemental 'feng shui' y que fuese comisionado por Javier Arenas podría haber logrado un resultado estético final más desestabilizador para el inquilino del despacho, con esos espejos decimonónicos sin azogue en los que nadie sale bien parado, ese verde clínica de las paredes y la ebanistería con calvas del que un día fue magnífico zócalo. Los ventanales asomados a la primavera sevillana del jardín son el verdadero lujo de esta habitación ecléctica, donde a oscuras podría ambientarse alguna escena de película de terror.

«A veces pienso que me puede salir de ahí un murciélago o un vampiro», bromea, y señala la gran filigrana de madera que reviste hasta el techo una chimenea.

Griñán se aplica a un pitufo de jamón y a un café -son cerca de las once- mientras toma carrerilla en las respuestas casi siempre reforzadas por expresiones y movimientos didácticos de manos: dos índices que convergen en flecha, una mano que corta los argumentos como rodajas dialécticas sobre la mesa de diseño suizo, esos dedos que estiran el lóbulo de la oreja mientras habla de encoger empresas públicas...

El presidente accede a un breve posado en el jardín para poner fin a la entrevista. Entre palmeras, magnolios, cedros del Líbano y coches oficiales pendientes de poda. «Esta casa se la regalaron los duques de Montpensier a su sastre. Así que debe ser verdad aquello de 'My tailor is rich'». Uno lo escucha, hace cuentas y piensa que, al cambio, aquella familia, por buena cuenta, con aquel casoplón y aquellos jardines, no ganaría menos de 80.000 euros al año.