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LA MENTIRA OS HARÁ LIBRES

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Para decir, preferiblemente con desparpajo, lo contrario a lo que se siente o se piensa, son necesarias grandes cualidades. Se precisa, en segundo lugar, una memoria excelente y, en primero, una no menos admirable desvergüenza. Aunque se diga que la mentira tiene las patas cortas, mucha gente ha logrado recorrer los más largos caminos. ¿Qué sería de nosotros si no la hubiéramos usado, bien en defensa propia o ajena? De ahí que se hable de mentiras piadosas y tengan mejor prensa que la verdad. ¿A qué viene recordarles a algunos políticos o algunos clérigos sus embustes? Los especuladores de cielo se han venido creyendo sus promesas en el más allá, salvo excepciones, pero quienes nos ofrecen mejoras en el más acá, sabiendo que no van a producirse, son culpables de la engañifa.

Empezamos a ser intolerantes con la mentira, sin darnos cuenta de que no podríamos vivir sin ella. La mentira es, junto al miedo, lo que más vidas ha salvado desde que el mundo es mundo, o sea desde mucho antes de que Shakespeare nos advirtiera de que «es desdicha de las edades que los locos sirvan a los ciegos de lazarillos». ¿Están majaras los políticos honrados que creen que el ser humano es mejorable? Lo que está claro es que en el gremio abundan más los que creen que pueden mejorar ellos aprovechándose de sus habitantes.

No les debiéramos reprochar a los embaucadores sus promesas, como se está haciendo ahora con Zapatero, que ya ni se acuerda de las que hizo. Todo eso forma parte de la eterna comedia humana. Quizá al decepcionante líder le haya faltado fantasía para inventar verdades. No sé. Tampoco sé quién dijo eso de que todos los hombres nacen sinceros y mueren mentirosos. En su caso no debe preocuparse porque se extinga la estirpe. Otros embusteros de buena fe y mal instinto político se aprestan a sucederle.