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Lo quieren todo

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Decía la escritora Viviane Forrester que «el papel de los responsables políticos es proteger a los ciudadanos de los abusos de los grandes poderes estructurales». Pero he aquí que los ciudadanos tienen que andar hoy continuamente echando pulsos a sus gobernantes, defendiéndose de los gobiernos, en lugar de hallar en ellos protección contra los abusos y la voracidad de los que más tienen y quieren tener más todavía. Ese es el motivo por el que la ciudadanía no puede evitar percibir a la mayoría de los gobiernos, incluso a los denominados democráticos, como entramados institucionales al servicio de los grandes intereses económicos. No es gratuita ni injustificada esta percepción, pues viene avalada por la evidente tendencia al alza de los beneficios que, aun en tiempos de crisis, obtiene el capital especulativo frente a la merma de derechos que experimentan los trabajadores, obligados a ofrecer cada vez más por menos.

Alguna vez, en el futuro, si la justicia, la empatía y la solidaridad encuentran un hueco entre tanto despropósito, este estado de cosas resultará extraño e incomprensible. De momento, en este presente que parece perpetuarse, de nuevo nos vemos obligados a oír voces repetidas, aprovechando la confusión del momento. Como si no hubiesen pasado los años. El objetivo parece ser, de nuevo, el desmantelamiento del Estado del Bienestar, o su reducción a los mínimos indispensables para la continuidad del sistema. Es una intención recurrente. Y también es recurrente la excusa: supuestamente, es la gestión «a lo socialista» de las democracias liberales lo que viene interfiriendo en la buena marcha de la economía.

Son los mismos que acusaban a Roosevelt de comunista por aplicar, como es bien sabido, las medidas que aplicó contra los efectos de la Gran Depresión, y que, finalmente, acabaron por salvar el sistema capitalista. Son los mismos que ahora despellejan a Obama por defender unas tímidas medidas de corrección de las inmensas desigualdades de la llamada «primera democracia de occidente». Son los mismos que sostienen, sin querer enmendarla, la ideología obsoleta y perjudicial que acaparó la economía e hizo del planeta un peligroso mercadillo donde reinan trileros y ladrones.

Son los mismos. Y lo quieren todo, como siempre. Los gobiernos serán más creíbles cuando den señales de haberse enterado de esto y actúen en consecuencia. Va siendo hora, joder.