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El médico de Fariñas alerta de que su vida corre peligro

LA HABANA. Actualizado: Guardar
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No hay respiro para el régimen castrista. Una infección bacteriana ha agravado el delicado estado de salud del ex militar y periodista opositor Guillermo Fariñas al extremo de que su vida corre peligro, según alertó ayer su médico personal, Ismeli Iglesias. Pese al preocupante empeoramiento, los allegados del disidente aseguran que «sigue firme» en su determinación de continuar con su huelga de hambre y sed hasta que el Gobierno comunista libere a 26 presos de conciencia enfermos.

Licet Zamora, portavoz de Fariñas, fue la encargada de detallar el deteriorado estado de salud del opositor, que suma 33 días en huelga de hambre en protesta también por la muerte del disidente Orlando Zapata. Zamora explicó que la infección le ha provocado una fuerte fiebre que supera los 40 grados. Además, los médicos se han visto obligados a retirarle la alimentación parental, aunque el paciente está siendo tratado con antibióticos. «Sufre temblores y dolores en hombros y articulaciones. Eso sí, su ánimo sigue alto y está consciente y orientado», tranquilizó su portavoz. Fariñas fue hospitalizado a mediados de marzo en un centro sanitario de Santa Clara después de varios desmayos.

La salud del periodista es una nueva zozobra para el Gobierno de Raúl Castro, que afronta desde hace más de un mes fuertes críticas de la comunidad internacional por la vulneración de los derechos humanos en la isla. Tanto los ejecutivos europeos como el norteamericano situaron su foco sobre el régimen castrista a raíz de la muerte de Zapata tras 85 días en huelga de hambre. A partir de ahí, los reveses se han encadenado con la protesta del propio Fariñas y las marchas de las Damas de Blanco, un grupo de esposas y familiares de disidentes presos que no han dejado de reclamar su liberación en las calles de La Habana.

El Gobierno de Castro, sin embargo, se considera víctima de una «campaña mediática» orquestada por Estados Unidos y los ejecutivos de derecha, a quienes acusa de financiar a los grupos de oposición en Cuba. De hecho, el régimen no reconoce a los disidentes, sino que los tacha de «mercenarios» y «asalariados del imperio» norteamericano.