El artista lusobrasileño Artur Barrio tras recibir hoy el Premio Velázquez de las Artes Plásticas de España de manos de la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde./ Efe
ARTE

Artur Barrio, un salvaje apaciguado a la sombra de 'Las meninas'

El incómodo y corrosivo creador luso-brasileño muestra su perfil menos provocador al recoger en el Prado el premio Velázquez

MADRID Actualizado: Guardar
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La apacible apariencia de Artur Barrio no concuerda con la radicalidad de su arte. El incómodo y corrosivo creador luso-brasileño recibió este lunes el premio Velázquez a la sombra de 'Las meninas' en el museo de Prado y mostrando su perfil menos provocador y más condescendiente. Con 88 cordiales y contadas palabras, Barrio agradeció un reconocimiento que lo sitúa entre la decena de artistas distinguidos con este premio, la más alta distinción institucional española en el campo de la plástica. Toda una paradoja que el artista que abomina de museos y galardones, que lleva cuatro décadas socavando conciencias y provocando con su arte efímero y políticamente incorrecto, aceptara el premio con correctísima cortesía.

Lo recibió Barrio de manos de la ministra Ángeles González-Sinde y en un santuario del arte en el que no tendrían cabida sus subversivas creaciones. Y es que vísceras, sebo, secreciones, animales muertos, carne o basura son algunos de los elementos con los que trabaja este creador deliberadamente incorrecto, decididamente político y radicalmente visceral. Un raro feliz, con todo, por estar "en la casa de mis admirados Goya, Velázquez o El Bosco".

Un risueño Artur Barrio (Oporto, 1945) nada beligerante ni transgresor -americana y camisa sin corbata- recibía y agradecía el premio Velázquez en la sala XII del mueso, donde brilla en todo su esplendor el legado de Velázquez. "A pesar de mi lado salvaje, aquí estoy, encuadrado por 'Las meninas' para recibir el premio Velázquez que jamás soñé que llegaría a tener, tras 44 años de trabajo", dijo.

Este galardón dotado con 125.000 euros, el 'cervantes' de la plástica hispana, es para Barrio "un incentivo para seguir creando y desarrollando mi trabajo". Unas creaciones que, reconoce, "no tendrían cabida en el Prado" ya que su obra "roza las limitaciones con la creatividad". El Prado ofrece para Barrio una "variedad del tiempo" y una "lectura del arte muy interesante" según aseguró, extrañado al conocer que el mismísimo Picasso dirigió el Prado. "Un cargo muy burocrático para él", ironizó.

Incómodo, corrosivo y combativo, Barrio ingresó en el selecto 'club Velázquez' gracias a "la construcción de una poética radical, que produce una relación y un eco en situaciones políticas y sociales" según el jurado que lo premió.

Renuncias

Ángeles González-Sinde confesó un sentimiento contradictorio de "alegría y remordimiento" al entregar el premio a un creador de "integridad insobornable". "Su obra no está encaminada a la Historia del Arte, sino a la Historia de los hombres", dijo la ministra. "A lo largo de su carrera ha demostrado sobradamente que se puede hacer gran arte con los materiales de la realidad, esos materiales que, como los que él emplea muchas veces, son también efímeros" dijo Sinde de un artista que "en su búsqueda de lo inmediato y lo perecedero renuncia a la posteridad, a especular con el arte y a convertirlo en mercancía de consumo". Tanto que, con Barrio, el arte "deja de cumplir la función para la que fue creado".

Vísceras, sebo, secreciones y fluidos corporales, animales muertos, carne, restos de comida, sangre, orina, heces uñas, piedras, tierra, cuchillas de afeitar o basura son los elemento con los que trabaja este desestabilizante creador de instalaciones efímeras que jamás dejan indiferente al atónito espectador. De 1969 a 1979, Barrio se sirvió de estos insólitos materiales "baratos y perecederos" para intervenir plazas y calles de Brasil y Europa. Unos materiales con los que encarna su ética para denunciar la situación en el tercer mundo. De su labor apenas queda los registros documentales y fílmicos que atesoran los museos, galerías e instituciones que amparan sus proyectos.

Provocador e irreverente son adjetivos que se asocian a trabajo de Barrio, que lleva más de cuatro décadas socavando convenciones, removiendo conciencias y buscando caminos alternativos para expresarse y provocar la reflexión del espectador. Y eso que Barrio no se considera, ni mucho menos, provocador. "La provocación no resiste más de cuarenta años de trabajo. Son más provocadores los malos pintores" dijo en su día.

Instalado en Brasil desde su infancia, Barrio comenzó a pintar en 1965 en Río de Janeiro. Dos años más tarde ingresó en la Escuela Nacional de Bellas Artes y en 1969 creaba sus 'Situaciones', obras realizadas con basura, materiales orgánicos y todo tipo objetos. Lanzó entonces su 'Manifiesto', protesta "contra las categorías de arte" y la situación política y social del tercer mundo. En 1970 desperdigó cientos de bolsas de tela y plástico cubiertas de sangre seca en varias zonas de Río de Janeiro. Unos "bultos sangrientos" que contenían elementos relacionados con el cuerpo humano, como heces, huesos, saliva o pelo, todo un acto de valentía en plena dictadura.

Libro de carne

Barrio, que realizó instalaciones al aire libre como 'Blooshluss' (1972), y esculturas con objetos cotidianos, llevó a Portugal sus 'situaciones' e instalaciones y piezas como '4 movimientos' y '4 Piedras', además de la escultura de 'Metal /Sebo Frío /Calor'.

Expuso sus dibujos en Río de Janeiro, São Paulo e Islandia y se trasladó a París a principios de los setenta. El Centro Georges Pompidou se hizo entonces sus cuadernos y piezas como el 'Livro de carne' (1978-79) una encuadernación hecha exclusivamente de carne, creada en París y que fue adquirido junto a sus cuadernos y documentos. Durante este período realizó performances, arte postal, esculturas, libros y cuadernos de artista. En 1982 mostró el grueso de sus pinturas y dibujos titulado 'Serie Africana', en la que retomó el color y la pintura y en el 85 participó en la bienal de São Paulo. Expuso en 1987 'Experiencia nº1' en el Centro Empresarial de Río de Janeiro, trabajo con el que comenzó una serie de instalaciones sobre las paredes de la galería.