luto en el flamenco

Morente, el antiguo

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Su figura había sido incluida como propuesta docente dentro del programa del Aula del Arte Flamenco de la Universidad de Cádiz de este año. Dedicado el mismo a La Edad Contemporánea del Arte Jondo, su legado nos parecía imprescindible para marcar el curso que ha tomado nuestra cultura aterrizando este nuevo siglo de cables y claves.

Hay quienes se aferran a la idea de que Enrique Morente Cotelo (Granada 1942 – Madrid 2010) era un visionario; un adelantado a su tiempo. Tal vez tengan razón pero más seguro es afirmar que Enrique fue más bien un antiguo de ahora. Todas sus obras por modernas que nos puedan parecer tenían su orden y su concierto extraído de los profundos conocimientos del flamenco más clásico y ortodoxo.

Como dejó sentenciado su admirado Pablo de Málaga, al que dedicó su última obra, “la calidad de un pintor depende de la cantidad de pasado que lleve consigo”. Y nada más verdadero para comentar la figura del Picasso del Cante. Esos primeros discos en forma de catón, su devoción a venerables figuras como Aurelio Sellés o Pepe el de la Matrona y más en lo lejano a Don Antonio Chacón se asoman en cada una de sus creaciones.

Será el juez de todas las cosas quien determine el verdadero alcance de su obra, vanguardista y fundamental para que el flamenco sea hoy lo que es: un arte vivísimo que no está encerrado bajo el vaho de las vitrinas.

En vistas de cuanto pasado habitaba en su modernidad creo que el tiempo juega muy a favor de Enrique Morente. Su pérdida es pues irreparable porque no todo el mundo está dispuesto a arriesgar, como él, en la misma medida que amaba el cante flamenco.