El pensador, ensayista, narrador y profesor Fernando Savater, que presentó ayer su último libro. :: J. J. GUILLÉN / EFE
Sociedad

Savater, entre lo racional y lo razonable

El pensador publica 'Figuraciones mías', miscelánea de ensayos «sobre el gozo de leer y el riesgo de pensar»

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«La educación potencia lo racional, que es desarrollar el uso de la razón y usa los mejores medios para determinado fin, pero hoy olvida lo razonable». El diagnóstico es de Fernando Savater (San Sebastián, 1947), filósofo, escritor y catedrático jubilado que se duele ante el maltrecho panorama educativo español. «Muchos se dicen preocupados por la educación pública cuando se trata de gritarle al ministro Wert, pero cuando lo defenestren dejará de interesarles la educación», lamenta. «Es como si la educación preocupara solo como medio de batalla política, para salir a la calle en contra del Gobierno, pero me temo que su calidad importa un pimiento», denuncia el autor de 'Figuraciones mías' (Ariel). Es una miscelánea de ensayos en torno a la cultura, el pensamiento, la educación y la revolución digital y sus miserias. Con decidido afán de polemizar, Savater quiere «chapotear en las aguas, a veces demasiado estancadas, de la vida intelectual».

«La ley Wert da miles de razones para protestar, pero no es creíble esa preocupación por la educación pública en alguien que no se haya indignado por la inmersión lingüística en Cataluña, que es una agresión directa y neofranquista a la educación pública», denuncia Savater. «Hay visiones sectarias de las cosas que impiden una reflexión más global», asegura el pensador y catedrático, quien lamentó la inestabilidad legislativa en materia educativa. «No hay quizá un solo alumno que en democracia haya hecho sus estudios bajo la misma ley educativa, y eso es un drama», sostiene.

«La educación, como la filosofía y la cultura, debe usar los mejores medios para alcanzar el mejor fin; se ocupa de los objetos y eso es lo racional. Pero se olvida de lo razonable, que es entenderse bien con los demás sujetos, para relacionarse y formar comunidades y Estados», insiste. «Es como si todo tuviera que tener una utilidad práctica inmediata; se apuesta por formar empleados, seres utilitarios en vez de seres racionales».

Tiene claro Savater que la educación es la llave para conjurar la crisis y que quienes le están dando esquinazo «son los países que más han invertido en educación». «Estamos en la cola y tardaremos más en salir los que menos gastamos en educación, como España, Grecia o Portugal». «Es exigible una buena administración que optimice los recursos, pero el gasto en educación, lejos de ser un gasto, es la mejor inversión de futuro» asegura.

En la sorda batalla entre los sectores público y privado por la educación no todo es negro y blanco. «Es inquietante lo que ocurre en algunas facultades españolas, como en la de Ciencias Políticas de la Complutense, en Somosaguas, donde los futuros políticos atacan y apedrean al político que acude a su facultad porque no les gusta que piense de forma diferente», dice. Le preocupa también «el mantenimiento de la religión como un asignatura normal, la desaparición de Educación para la Ciudadanía y la minusvaloración de la filosofía, que es terrible porque la filosofía está ligada a la democracia».

No es Savater «ni optimista ni pesimista» sobre nuestra realidad cultural. «Optimismo y pesimismo son dos formas de pereza, ganas de descansar como dice la milonga», ironiza. «El desesperanzado dirá que todo está muy mal, que no hay manera de cambiar las cosas, 'así que no hagamos nada y vamos a tomarnos unas gambas'. El esperanzado dice que todo es estupendo y las cosas se resolverán solo, 'así que no hagamos nada y vayamos a tomarnos unas gambas'».

Apuesta por buscar lo mejor de la educación, la reflexión y la cultura, «y seguir abriendo puertas». «Thomas Mann y Agatha Christie son literatura, como Mozart y Lady Gaga, Shakespeare o Chiquito de la Calzada son cultura, aunque no sean ni valgan lo mimo», sostiene. «La cultura y la literatura son como una farmacia en la que hay remedios para todo: para la melancolía, la ignorancia, el viaje, para la diversión o la excitación sexual. Cada cual ha de dar con su tratamiento en esa gran botica», propone. «Hace falta de todo para hacer un mundo, como dicen en Francia», resume el autor de invitando «a pensar como quiera y pueda. Pero piense. Luego razone su pensamiento con los demás, para pensar mejor».