la última

Padre nuestro

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Lo sostenía Camilo José Cela, «nada mejor que una buena siesta de padrenuestro, pijama y orinal». El Padre Nuestro, cuya autoría se atribuye a Jesús de Nazareth, y para Santo Tomás de Aquino es «la más perfecta de todas las oraciones», forma parte de la cultura que reconocemos como propia hasta los agnósticos. Para los creyentes es junto al Ave María la oración más repetida de entre cuantas permiten al hombre olvidar las miserias materiales y cultivar la espiritualidad. Recuerdo el Padre Nuestro que rezábamos de pequeños, y esos dos versos: «Y perdona nuestras deudas,/ así como nosotros perdonamos a nuestros deudores», cuya literalidad procede del latín medieval: «Et dimite nobis debita nostra,/ sicut et nos dimitimus debitóribus nostris». Muy recientemente el Vaticano ha modificado ese texto que para Tertuliano, uno de los Padres de la Iglesia (Siglo Segundo), «resume todo el Evangelio». Ahora no son las deudas sino «las ofensas» lo que se perdona.

Otra victoria de la Banca, que ya consiguió de las autoridades eclesiásticas borrar el pecado de usura, por el cual hasta hace poco la actividad financiera estuvo en manos de judíos y calvinistas. Ahora que «el dinero es lo más inmaterial del mundo» (Carlos Cañete), precisamente quienes lo manejan también detentan el poder político. 

Una autoridad del Banco de España replicaba mis críticas acerca del apoyo prestado a los bancos, porque según sostenía la quiebra de éstos «produce alarma social». ¿Y no produce mayor alarma social la tragedia de los constantes desahucios (50 diarios sólo en Andalucía) que arrojan tantas familias a la miseria? Drama al que el Gobierno ha respondido mediante Decreto que descarta la obligada reforma de una Ley Hipotecaria de principios del XX. Muy en línea con lo manifestado por la Defensora del Pueblo quien, aún reconociendo la necesidad de paliar tanto dolor, sostiene que de todas formas hay que pagar porque el perdón de las deudas del Padre Nuestro queda anticuado. Tan desolador panorama tropieza con la sensibilidad de jueces que sí recuerdan el Padre Nuestro de la infancia y más aún el derecho a una vivienda digna y adecuada que debiera prevalecer sobre los intereses de la usura, y que nuestra Constitución impone cuando en su artículo 10 asume la Declaración de la ONU de 1948 que lo establece. En nuestra provincia, los jueces del Partido Judicial de Chiclana han acordado paralizar los dasahucios: esto no es un casino y la Banca no siempre ha de ganar.