Aramburu fugaz

El entusiasmo con fecha de caducidad es lo que tiene, que al final todo termina en una portada de periódico y pocas alternativas de futuro. Cada cierto tiempo se desempolvan ideas que ponen en valor espacios ya olvidados. Le pasó al vestíbulo de la vieja estación de tren, que sirvió como comedor para la Cumbre de Jefes de Estado, y también a la casa de las Cuatro Torres, abierta hace unos meses de manera temporal para albergar iniciativas relacionadas con el mar. La Casa Aramburu también fue atracción en marzo durante los actos del Bicentenario y ahora reabre convertida en un pequeño centro comercial que ofrece productos de una veintena de establecimientos.

La aventura apenas ha durado cuatro días en los que más de 3.000 personas han recorrido los pasillos del antiguo banco. Muchas más de las que pisan cualquier comercio de la ciudad en todo un año. Y de nuevo cierra las puertas a la espera de que la Asociación de Comerciantes Cádiz XXI ponga en marcha su proyecto. Parece que los propietarios de la finca están dispuestos a repetir experiencia y presumir de éxito. Tal vez para la próxima no haya un Papa Noel deslizándose por la fachada, ni desfile de coches antiguos, pero sobran las buenas ideas para que estas joyas olvidadas de la ciudad brillen más que nunca.

Pero para lo de siempre: sobra imaginación y falta iniciativa. La casa de las Cuatro Torres, con sus impresionantes vistas y su magnífica terraza no volvió a abrir y tampoco lo ha hecho la vieja estación a pesar de la tremenda promoción que le supuso la cita iberoamericana y el trabajo invertido para adecentar el espacio Aramburu sí tiene en puertas un nuevo proyecto que nace al calor de la campaña de Navidad, pero el recorrido será pequeño.

Dado el primer paso, es necesario poner en valor estos espacios con planteamientos duraderos y sólidos, que permitan al ciudadano disfrutarlos y asumirlos como un equipamiento más, justo ahora que todo se pone en duda y cada planteamiento lleva detrás un desembolso importante de trabajo y tiempo.