Oda al tiempo

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Los avances tecnológicos han permitido una nueva era de la comunicación, una lanzadera de ceros y unos hacia niveles del conocimiento humano inimaginables hasta ahora y la puerta de una articulación social más justa, más solidaria y más efectiva. Intentar acercarse siquiera a la aprehensión de lo que hubiera sido del ser humano sin lo que permiten satélites y redes consiste en aventurarse en terrenos procelosos casi de la ciencia ficción inversa. ¿Se imaginan qué sería del pueblo español sin que las televisiones emitieran cada día varias tomas de cómo una oronda jubilada se mete en el agua de su playa y comenta –para elogio de la sabiduría de la nación– si el agua «está estupenda aunque cueste un poquito entrar» o tal vez si ha venido con su marido a aprovechar «los últimos días de sol, hija mía» o «los primeros rayitos del año»? El ser humano ya no sería capaz de concebir la supervivencia sin ver a diario un culito en bikini o un chaval tirando una bola de nieve rascada sobre un coche.

El desarrollo militar de nuevas tecnologías de comunicación ha permitido grandes logros, entre ellos el conocimiento ponderado de un mundo en pos de la búsqueda de soluciones conjuntas a las verdaderas encrucijadas de nuestro tiempo, por ejemplo, que haya que beber mucha agua cuando suben las temperaturas, una verdad alumbrada con esfuerzo ímprobo. Los arqueólogos del futuro asistirán asombrados a una civilización sofisticada en la que un tipo de Astorga comprueba cada día cómo otro señor de Málaga está pasando más o menos calor que él, o cómo una bilbaína en Cádiz soporta el despiadado levante «con una fantita y una ensalada en el chiringuito». O que en el Pirineo están haciendo acopio de leña a 30 de octubre ante lo que se prevé un invierno más o menos helador. O que Josefa ya ha tenido que poner la calefacción en Valencia o que en el puerto de Opakua está nevando. Sin ver hoy también y mañana a ese reportero con el rictus del Yeti perderíamos las referencias de quiénes somos realmente. Resulta un verdadero regocijo comprobar cada día que el periodismo de servicio sigue vivo.