El sexo a la tercera edad.
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Sexo en la tercera edad

Tras superar etapas de inseguridad, tapujos, preocupaciones y responsabilidades, algunas personas comienzan a vivir su sexualidad plenamente en la edad madura

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La esperanza de vida en nuestra sociedad es cada vez mayor. Para que nos hagamos una idea, en el siglo XIX la esperanza de vida al nacimiento era de 25 años; a principios del siglo XX era de 35 años; en 1950 era de 62 años; en 1980 era de 75 años; y en 1990 sobrepasó los 80 años. Aunque no contamos con los datos más recientes, es muy posible que hoy día, casi 16 años después, la esperanza de vida para una persona recién nacida sea de 85 años o más Esto quiere decir que, tras la jubilación, la persona puede vivir unos quince, veinte, treinta o más años.

Las investigaciones indican que mientras se conserve un buen estado de salud, no hay motivo alguno para que el interés por las prácticas sexuales desaparezca. Es, por lo tanto, importante ubicar la vida sexual de las personas de edad avanzada dentro de su contexto psicológico y de comportamiento. De esta manera, se observa que la forma de ejercer la sexualidad durante la vejez está determinada por la actitud que el sujeto ha tenido ante el sexo durante toda su vida. Quienes viven mal la sexualidad en su etapa de la madurez suelen ser las que ya tenían dificultades en su juventud o las personas que se han quedado fijadas a un modelo juvenil, o incluso adolescente, de las relaciones amorosas y sexuales. Es decir, las que se niegan a aceptar los cambios propios de la edad.

También tenemos que revisar lo que entendemos por sexo. La tendencia es a definir el sexo y la actividad sexual como «la penetración». Es triste ver cómo una gran cantidad de personas entienden el sexo desde una perspectiva «coitocéntrica». Quizás este error a la hora de entender el sexo se deba a que desde la perspectiva de la reproducción, el coito es lo más importante en el sexo. Sin embargo, sabemos que la gran mayoría de los encuentros sexuales no están motivados por el deseo de tener hijos, ni mucho menos, que lo que prima es la comunicación y el placer.

Por lo tanto, la actividad sexual debe entenderse como una manera privilegiada de comunicación, de disfrute del placer, tanto acompañado como con uno mismo. Por eso decimos que son importantes los diálogos y los monólogos sexuales. El autoerotismo es una opción perfectamente válida y enriquecedora. Sobre todo en periodos de la vida en que no se tiene pareja o esta no está disponible, como puede ocurrir en el caso de convivir con una pareja incapacitada, o con dificultades, o también por la pérdida de la pareja. En estos casos es importante tener claro que cada uno debe aprender a gestionar y a disfrutar su sexualidad. Cada cual ha de saber que no tiene por qué renunciar a esa parcela, ni a sentirse culpable por no poder compartirla con su pareja de siempre.

En la consulta me gusta preguntar a las parejas que acuden a terapia sexológica «para qué» tienen sexo. Es una pregunta bastante simple y que debería ser sencilla de responder. La verdad es que muchas veces, antes de dar una respuesta, la pareja se queda un poco bloqueada. Cuando alguien no puede contestar a esa pregunta rápidamente, es muy probable que se haya olvidado de la verdadera razón por la que tiene sexo: el placer y el disfrute. Es necesario erradicar la creencia de que la actividad sexual puede denominarse «sexo» si esta implica penetración. O que para que el sexo sea placentero es imprescindible el coito. Asimismo, resulta muy conveniente subrayar la necesidad de centrarse en la calidad de la actividad sexual.

Es verdad que la mayoría de parejas, con el tiempo, van disminuyendo la frecuencia de su actividad sexual. Para prácticamente todas las parejas es muy difícil mantener la pasión, la intensidad y la frecuencia de las relaciones sexual de los inicios. Sin embargo, esto no tiene por qué significar que la ‘calidad’ va a disminuir también. De hecho, existen estudios que indican que las personas maduras –hombres y mujeres mayores de cincuenta años, por ejemplo– son capaces de disfrutar más del sexo. Tras superar otras etapas de más inseguridad, tapujos, responsabilidades y preocupaciones, hay personas que viven su sexualidad más plenamente a una edad madura. Esto ciertamente va en contra de muchas creencias populares y de algunos mitos.

Para concluir, me gustaría contar la historia de una pareja que estuvo en terapia sexológica hace un tiempo. Era una pareja que llevaba unida varias décadas. Contaban con poco más de 65 años ambos. Acudían tras una separación de varios meses debido a una infidelidad (continua) de él. Aunque ella tenía miedo de no poder volver a confiar en él, creía que podía restablecer su relación de pareja. Él, por su parte, fue muy claro desde el principio y me dijo: «Mi vida sexual en el matrimonio ha sido escasa y muy pobre. Para plantearme el volver con mi esposa, necesito que nuestra vida sexual se active. Necesito que tengamos sexo con una cierta frecuencia y que la calidad mejore considerablemente ».

Entonces me preguntó si yo lo veía posible. Le respondí que sí lo era, pero que iba a ser difícil y que requeriría de un gran esfuerzo por parte de ambos. Si consideramos que a lo largo de su relación dicha pareja había desarrollado hábitos poco sanos en torno a su vida sexual, la verdad es que el objetivo que planteaba el marido resultaba harto complicado. He de decir que esta historia tuvo un feliz desenlace tras unos meses de terapia sexológica. Recuerdo la tarde en que llegó ella a mi consulta con una gran sonrisa y me dijo: «Xud, he descubierto que soy multiorgásmica ». Uno de los factores que facilitó el positivo devenir de esta pareja fue el hecho de que a pesar de la pobre vida sexual que llevaban, en general, siempre habían tenido una relación positiva y una muy buena comunicación. Por ello, la terapia sexólogica fue no solo más sencilla, sino también más fructífera.