Esteban Fernandez Villegas

Esteban es uno de esos hombres que siente la naturaleza como parte de su organismo. Ahí radica la clave de su arte para sintonizar con los ritmos de las diferentes estaciones atmosféricas, para mirar con atención y para admirar con fruición los singulares y complementarios valores de los parajes rurales que recorre a diario. Estoy convencido de que ésa es la razón por la que le resulta fácil encontrar motivos válidos para expresar una agradable sorpresa o una entusiasta valoración de los comportamientos. Esa hábil manera de trabarse y tramarse con la tierra es la que explica su facilidad para mirar las acciones buenas y para identificar los aspectos bellos de los seres. Es posible que esta manera noble de hendir los pies en la tierra sea también la razón por la que -en la atmósfera mezquina que respiramos- las palabras de Esteban resulten chocantes.

De él hemos aprendido que, para aprovechar el jugo de la vida, hemos de apreciar la realidad; sin admiración, la vida es anodina y puede llegar a perder su sentido. Pero no olvidemos que, más que los objetos, los episodios o las personas, es nuestra mirada la que descubre lo nuevo y bello que todos los seres encierran; por eso es necesario poseer un alma sensible para penetrar en el fondo de las cosas y para descubrir sus mensajes, para comprender cosas esenciales como lo bueno, lo bello y lo justo.