PODER Y NICOTINA

Entre seis y diez Romeo y Julieta cada día

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Winston Churchill se llevó dos cosas de su estancia en La Habana española en 1895: la siesta y los puros. El mandatario que derrotó al nazismo -ni Hitler, ni Mussolini fumaban- odiaba los cigarrillos, pero era capaz de todo por conseguir un buen habano. Sus preferidos eran los Romeo y Julieta y los Aroma de Cuba, marca ya desaparecida. Le gustaban grandes como un bate -les dio hasta el nombre- y se fumaba entre seis y diez diarios para luchar contra la ansiedad y sus depresiónes 'black dogs' (perros negros). Lo consideraba un «rito absolutamente sagrado».