Sociedad

Padilla se la jugó en Las Vegas

La segunda experiencia taurina de la ciudad se saldó con peligrosas cogidas al torero jerezano y a Javier Conde, que finalmente se quedaron en un susto

LAS VEGAS Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Las Vegas (EE UU) se vistió esta noche con luces taurinas para una nueva corrida, sin sangre pero peligrosa, en la que toros con poca clase embistieron a los diestros Juan José Padilla y Javier Conde en lances que se quedaron en un susto. No faltó emoción, aunque sí materia prima, en la segunda cita con el arte de Cúchares este año en Las Vegas en la que los matadores españoles Padilla , Conde y Antonio Barrera lidiaron con unos astados faltos de nobleza y bravura de las ganaderías Lebrija y Manuel Costa.

Vencido el ímpetu inicial de los toros, que no obstante permitió a Padilla y a Barrera trabajar algo el capote, los animales desarrollaron sentido para desesperación de los espadas que trataron de solucionar la papeleta con solvencia.

Conde, quizá el más desafortunado de la velada, terminó volteado por «Malagueño», su segundo astado que llevaba por nombre el gentilicio de su ciudad natal.

El trance dejó dolorido y mareado momentáneamente al diestro, que se recuperó para terminar la faena ante el aplauso del escaso pero caluroso público.

«Lo que se ha olvidado decir en todo el proyecto (en referencia a las corridas en Las Vegas) es que venían hombres a jugarse la vida, con el toro más grande o más pequeño pero sin ninguna ventaja para el hombre, toda la ventaja para que la gente disfrute. Creo que ha sido un reto de hombría», explicó Conde a Efe en el callejón. Algo parecido le sucedió a Padilla, que saltó al ruedo con ganas y sufrió una cogida aparatosa pero sin consecuencias con el primero de la noche.

A pesar de los infortunios, el arrojo mostrado por Padilla y sus esfuerzos por agradar fueron recompensados con varias vueltas al ruedo con el respetable puesto en pie, al que también supo agradar Barrera, quien logró aprovechar los toros que le cayeron en suerte, con algunos lances buenos y cierto lucimiento con la muleta.

«Es una experiencia bonita siempre y cuando se cumpla nuestro objetivo que es transmitir parte de nuestra cultura, de lo que somos y sentimos, a otro tipo de público y ojalá que poco a poco se vayan documentando y vayan teniendo la sensibilidad suficiente para disfrutar del toreo como lo que es, que es un arte», señaló Barrera.

Sin la tradicional suerte de varas y la sustitución de puyas por velcros para evitar herir al animal el resultado fue un espectáculo entretenido para una audiencia que abandonó la ruleta y las tragaperras por un rato, aunque descafeinado para un aficionado taurino.