Tribuna

Cargar las pilas

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Los altos cargos del Gobierno socialista han iniciado este fin de semana una campaña de agitación y propaganda al uso, con actos, mítines y un millón de trípticos, totalmente fuera de programa y de temporada electoral, porque no hay convocatoria a las urnas inminente. Pese a ello, a lo largo del mes de noviembre veremos desfilar por nuestras ciudades a quienes nos representan, sobre todo a los que gracias a nuestros votos reciben un sueldo público. Empezó Rubalcaba, el viernes en Sanlúcar, y vendrán Chaves y Bibiana Aido, y también José Blanco, y quien se quiera apuntar, me dicen, para contribuir a explicar a los ciudadanos las razones de los Presupuestos Generales del Estado y de las medidas económicas adoptadas, alguna tan rechazada como la subida de impuestos.

Es extraño tal despliegue sólo para dar a conocer las razones de las cuentas públicas, sólo para explicar que Zapatero quiere un crecimiento «más sano» o que se asegura el estado del bienestar a los más desfavorecidos. Para ese viaje no hacen falta esas alforjas. La campaña evidencia una preocupación entre alta y muy alta (y por supuesto, más que razonable y justificada) por las perspectivas electorales socialistas, y una cierta necesidad de hacerse oir, de impotencia por no conseguir que su mensaje cale en los ciudadanos. Pero sobre todo busca -como todo mitin que se precie- unir a los conversos en torno a la llama común de la tribu, el fuego sagrado de la sigla, antes de que éstos se vuelvan descreídos o se apunten a otra fraternidad. En Ferraz parecen alarmados por el desánimo que cunde entre sus bases ante el deterioro generalizado de la situación económica y política y en especial por la falta de expectativas de mejora. De ahí que Nuevas Energías, que es el nombre que se le ha dado a la agitprop, busque cargar las pilas a los militantes, darles un poco de calor y de argumentos para que puedan seguir confiando en sus mandos, para que no abandonen desencantados. Cunde la especie de que los votantes de izquierda son mucho menos fieles en las urnas que los de derecha, que van contra viento y marea a apoyar a los suyos y perdonan mejor sus fallos. Será verdad, pues.

De lo que no cabe duda es de que los mítines ni los trípticos van a arreglar la angustia de millares de empresas y de familias que esperaban, tan cándidos, que el final del año no fuera tan malo y que después del verano remontaran los indicadores, pero ahora comprueban que todo tiende a empeorar, que el 2010 seguirá siendo pésimo, ya sin confianza en plazo intermedio alguno, y que la crisis en V se convierte en W, sin saberse cuánta profundidad alcanzará el vértice, ni siquiera cuántos habrá.

El discurso político de la izquierda tiene que dar respuesta a esta situación y hacerlo ya, después de tantos vaivenes, de tanto vacilar, en el doble sentido de la palabra -dudar y chulear-, a los ciudadanos en general y no sólo a sus votantes. Me da la impresión de que ya no tiene la misma eficacia ni convicción la apelación al espíritu de clase, ni el recurso al subsidio, y que se ha creado una nueva brecha entre quienes no tienen el mismo acceso a las ayudas, entre los que han de batirse el cobre cada día y quienes tienen asegurada la nómina de la administración y permanecen cómodamente refugiados en su colchón público, mientras la masa de excluidos crece y crece, a pesar de todos los pesares. Ni siquiera consuela que al otro lado del espectro, en el PP, no haya ni una sola idea, alternativa ni solución.

lgonzalez@lavozdigital.es