ENMIENDAS AL PARADIGMA

¿Quiere usted ganar el tiempo perdido?

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Restos de inconformismo juvenil, me dicen que es. Un socorrido diagnóstico. A veces nos sorprendemos haciendo, sintiendo y deseando tal como supuestamente corresponde a etapas ya superadas de nuestra vida. Pero no podemos volver atrás, somos lo que somos, y con diagnósticos como ese repudiamos ciertas conductas que ocasionalmente llaman a nuestra puerta, pero a las que preferimos no abrir porque nos avergüenzan, nos inquietan o nos perturban por impropias, por no corresponder a nuestra edad, estatus, formación, carácter. Lo cierto es que ahora me apetece confesarle a usted, lector o lectora, la práctica de una de esas conductas impropias: me encanta detener el tiempo; o mejor dicho, manejarlo a mi antojo: desacelerarlo unas veces, apresurarlo otras..., pararlo incluso... Es decir, ganar el tiempo, hacerme con él. ¿Qué le parece? Veamos.

Ocurre que hemos perdido el tiempo, y de ahí que estemos siempre buscándolo, deseándolo, apurándolo como quien apura el auténtico néctar de la vida. Pero insistimos en la dirección equivocada. Y es porque perseguimos en realidad algo que no es el tiempo. Vivimos ejecutando un ritmo sincopado unas veces, insufriblemente lento otras, pero siempre impuesto, siempre ajeno y siempre desatento con ese cronos íntimo y genuino que late con otra cadencia. Horarios de hierro, plazos imposibles, esperas enervantes, apresuramientos absurdos... nada de eso es indispensable para la vida, y a veces se nos hace ello tan evidente que quisiéramos eso: adueñarnos del tiempo, acompasarlo a nuestra música interior, articularlo con nuestro verdadero ser, disfrutarlo a la manera humana, ad libitum.

Sepa el lector -o la lectora, claro- que eso es posible. El verano ofrece una ocasión propicia para intentarlo: renuncie a los anuncios que le sugieren realizar una «escapada», pues suelen acabar en una organizada «encerrona» sin escapatoria; simplemente viaje, tome caminos no señalizados. Huya de las «ofertas de ocio», pues alguien quiere hacer de usted un «negocio»; disfrute, en cambio, de las fiestas que no aparecen en ningún «programa de actos». No reserve nada con antelación. Tome dirección opuesta a la que lleva la gente. No participe en ninguna Operación Salida. Convénzase de que las playas no son para el verano. No quede con nadie, ni haga intercambios, ni trate de aprovechar cruceros o vuelos baratos. Y por supuesto, nada de internet, ni teléfono móvil, ni cámara de fotos, ni reloj...

Si usted cumple estos sencillos requisitos, enseguida comprobará que se le abren nuevas perspectivas, que le es posible soñar como desde hace tiempo no lo hacía, que le acometen ilusiones nuevas, que el horizonte le parece más lejano y más distendido y más prometedor, que en su vida aparecen posibilidades y sensaciones desconocidas... En definitiva, que el tiempo, el de verdad, el suyo, estará por fin a su completa disposición: habrá ganado usted el tiempo perdido. Al principio puede que el suelo se mueva bajo sus pies. Pero que no le ocurra lo que a muchos: usted ni se asuste ni añore la seguridad de la rutina. Al menos hasta septiembre, a la vuelta.