Una foto que guarda la familia de Dora, en la que ayuda a una mujer.
CÁDIZ

El espíritu de Salvadora sigue vivo

La Fundación Dora Reyes mantiene su lucha por los más necesitados 18 años después de la muerte de la precursora de la entidad solidaria

| CÁDIZ Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La vida de Salvadora Reyes Giménez, Dora, se recuerda a través de favores, de ayudas, de dedicación y de atenciones constantes. Los que la conocían sólo pueden hablar de su obra al referirse a su persona porque ésta es la palabra que mejor define su existencia.

De joven traviesa y revoltosa, según las profesoras que la educaron en el colegio de las Hermanas de la Caridad, a mujer entregada a los demás, según los que recibieron su auxilio. Tan entregada que hasta su vida tuvo un precio. Un trágico accidente de tráfico cuando se dirigía a visitar a la Virgen de Regla de Chipiona, le robó su cuerpo, aunque su espíritu logró vencer a la crueldad de su muerte.

Tenía trabajo por hacer, y su alma sobrevivió en la Fundación que lleva su nombre y que se creó con la indemnización que su familia recibió por dicho suceso. Era el mejor regalo que su hermana María Vicenta podía hacerle, y esos seis millones de pesetas, de las de antes, se convirtieron también en un donativo en forma de trabajo que sobrevive 18 años después en un rinconcito en el Campo del Sur, donde la Fundación Dora Reyes tiene su sede.

No fue santa ni monja, aunque sus acciones se asemejaban mucho a las de cualquiera de ellas. Era incapaz de pasar ante las puertas de una iglesia sin dar limosna a cualquier necesitado ni dejar de atender a quien le pedía ayuda. Dora era así porque le salía del alma. Pudo vivir como una reina porque tuvo la oportunidad de estudiar en una época, 1945, en la que pocos tenían este privilegio. Gracias a la ocupación de su padre, apoderado del Banco Popular Español, cursó sus estudios de Bachiller, opositó y se colocó en el Ayuntamiento de Cádiz muy joven.

Sin embargo, allí pronto se dieron cuenta de las actitudes desprendidas de esta luchadora innata y la destinaron a Asuntos Sociales. Su cuñado, Pepe Cuadrado, recuerda que todos los necesitados se dirigían a ella directamente «y su jornada de trabajo continuaba por las tardes y las noches, las cuales dedicaba a buscar a los más necesitados puerta a puerta», puntualiza Cuadrado.

Al mismo tiempo, colaboraba de lleno en la Asociación Nuestra Señora de Valvanuz, donde también realizó numerosas obras de caridad. Una de las que quedará para la historia fue la rehabilitación de la residencia de mayores de Alvernia, un proyecto que sacó adelante junto a su gran amigo, el padre José Luis Salido.

«Ella comenzó a trabajar cuando había tres o cuatro ancianos mal atendidos, y hoy funciona con más de 38 personas perfectamente cuidadas», asegura Cuadrado.

Fueron 25 años de trabajo, de lucha y también de satisfacciones que no podían acabar en aquella carretera de la muerte. Sus amigos íntimos no lo permitieron y, en su honor, crearon una Fundación basada en los ideales y en la filosofía de una gaditana dispuesta a dar su vida por los demás. Y ahora, desde el cielo, Dora sigue tendiendo su mano a los más desfavorecidos.