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Treinta años de nada

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Así se llama un aconsejable libro de Francisco Rosell. Su lectura les abrirá los ojos. Esos ojos cerrados que tenemos los andaluces no se sabe bien si porque estamos dormidos o muertos. Nada nos mueve, ni el 27% del paro, ni el futuro de nuestros hijos con el peor nivel educativo de Europa, ni la ausencia de industria en nuestra tierra, ni que la justicia se haya quitado su venda de los ojos y mire hacia otro lado, ni la censura institucional que los medios han asumido gustosamente y ni siquiera que la sanidad esté en bancarrota.

El andaluz es un pueblo que lleva treinta años votando al mismo partido, el que se llama así mismo socialista sin demostrar nunca que lo sea. Un partido que sin duda ha fracasado, ya que en esos treinta años no ha conseguido que Andalucía posea una sociedad moderna, fuerte y competitiva. Son muchos los factores que han influido a que los andaluces hayamos votado mayoritariamente a este partido: medios de comunicación dóciles y serviles, una sociedad apática y paralizada, y por último una administración autonómica sobredimensionada y costosa. Las últimas elecciones andaluzas fueron como una losa de mármol de mil toneladas sobre nuestra cabeza, se volvía a repetir la historia, volvían a ganar por mayoría absoluta. Pero la celebración fue triste y extraña. El presidente, diecinueve años en el poder, parecía cansado, mirada perdida cabizbaja apoyando su mentón en su puño. Como si una pesada carga volviera a caer sobre él. Quizás surcarán por sus pensamientos aquellos recuerdos de cuando era Ministro, llamado no de empleo sino del paro, aquellos recuerdos cuando amargado frente al teléfono esperaba la llamada para no tener que acudir a Andalucía. No quería acceder aquella petición de Felipe González para hacerse cargo de una Junta de Andalucía en peligro tras la pésima gestión de Rodríguez de la Borbolla.

Pero después de diecinueve años, vuelve a ser ministro, parece que le llega su premio. Después de un año apenas de ganar las elecciones se marcha y nos deja. Cuando todo parecía que nada ni nadie iba a poder acabar con su reinado hace sus maletas y deja vacío los salones del Palacio de San Telmo.

Placido Fernández Viagas, Rafael Escuredo Rodríguez, José Rodríguez de la Borbolla y Manuel Chaves. De todos los presidentes andaluces, sólo uno, Rafael Escuredo fue capaz de aparentar un proyecto que actuara de revulsivo de la conciencia dormida de los andaluces y le costó su dimisión. Sólo espero que el próximo, no votado e impuesto, haga lo mejor por nuestra tierra.

Ángel C. de la Torre. Puerto Real