Cartas

A Zurbarán

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

En el momento que hago este escrito se cumplen ocho años que soy guía voluntario del Museo Provincial. He conducido a numerosos grupos de personas de todas las edades, nacionalidades, formación y culturas, por las galerías y salas del museo y es curioso para mi, que se hayan explicado y hecho lecturas e interpretaciones de todo tipo sobre los lienzos de cada autor y época; temática religiosa o pagana y ni por casualidad, a nadie se le haya ocurrido comentar nada sobre los incensarios de los Ángeles turiferarios del pintor Zurbarán.

Cuando entro en la sala dedicada a este artista de nuestro barroco donde se expone parte de su obra de procedencia monástica (Cartuja de la Orden de San Bruno, en Jerez), debería oler a incienso y no ocurre inexplicablemente, que se produzca esa atmósfera mística. Con la perfección y maestría que el pintor plasmó a esos Ángeles que acompañan a los monjes místicos del silencio. ¿Cómo no le importó, pienso yo, que los incensarios no estuvieran encendidos y humeantes? Porque estoy completamente seguro de que si se lo hubiera propuesto, lo habría conseguido con igual maestría que, la que le imprimió movimiento al pie izquierdo del Ángel que está a la izquierda según se mira al retablo de San Bruno. También estoy seguro, de que al entrar en la sala donde se exponen sus obras, olería a incienso.

Jaime Álvarez Cabrera. Cádiz