SOMOS DOSCIENTOS MIL

Talleres municipales

No es la primera vez que dedico estas líneas al tema de los cursos que organiza nuestro querido y Excelentísimo Ayuntamiento pues, de hecho, recuerdo una columna de finales de enero del pasado año, en la que me hacía eco del curso denominado; Autocontrol. Como aprender a enfadarse, el cual organizó la Casa de la Juventud, con una duración de 21 horas y un coste de 45 euros, siempre que se presentara la tarjeta joven. Lamento no poder informarles que asistencia y repercusión tuvo el curso, a pesar de las múltiples llamadas que he realizado en tal sentido. Igualmente siento no haber coincidido con alguien que hubiera asistido al mismo, más que nada por gastarle tres o cuatro bromas para comprobar el grado de mesura y autocontrol adquirido tras asistir a las sesiones del curso.

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Pero como lo de los cursos es un tema recurrente, pues las Administraciones se empeñan en malgastar dinero en tonterías -con la que está cayendo-, de nuevo me llegan noticias de otro curso organizado por nuestros munícipes, del que esta vez si les puedo contar su resultado, que no ha sido otro más que el de estrepitoso fracaso, y les cuento.

Hace unos días se debió celebrar en el Pabellón Polideportivo municipal la primera clase del denominado Taller de iniciación a la danza del vientre. Al mismo habían confirmado su asistencia catorce personas que por el módico precio de diez euros, aprenderían todo lo necesario para realizar en nivel básico la indicada danza. Según he podido constatar, tanto la primera sesión como el curso entero han debido ser suspendidos de forma indefinida, pues a pesar del bajo coste, a la clase inicial sólo asistieron dos participantes, así como la monitora encargada del mismo.

Que decepción, entiéndanme. Con lo necesario que resulta que nuestros camareros, taxistas y personal de servicios en general aprendan inglés, si es que queremos consolidar Jerez como destino turístico; con la importancia que tendría realizar cursos de fontanería, electricidad, carpintería y otros nobles oficios, en los que tan difícil resulta encontrar a un buen profesional, y que de paso servirían como alternativa a la larga lista de desempleados que ha originado la construcción; con lo bonito que sería impartir cursos de bulerías, alegrías, tanguillos, cantiñas, seguriyas, peteneras, rumbas, tarantas, fandangos y tantos otros bailes flamencos que nos son propios, y resulta que a nuestros gobernantes sólo se les ocurre que las jerezanas aprendan a bailar la danza del vientre. Por no haber acertado, ni siquiera esta danza tiene algo que ver con Jerez o su cultura, pues la misma combina elementos tradicionales de Oriente Medio con otros del Norte de África.

Y además, a fuerza de ser malvado, me pregunto si a nuestra insigne paisana provincial: Doña Bibiana Aído, Ministra de Igualdad y «miembra» del Gobierno de España, se le ha informado debidamente de que nuestro Ayuntamiento invierte sus escasos recursos en organizar talleres para incitar a las jerezanas a mover lascivamente sus caderas con este baile.

Por si no lo han presenciado alguna vez, la danza del vientre se realiza con un atuendo llamado bedlah, que consiste en un sujetador ajustado, un cinturón igualmente ajustado a la cadera, así como una falda tipo harén, en la que se suceden los pliegues y aberturas que permiten ver las piernas de la bailarina, la cual además utiliza un velo que le sirve para enmarcar aún más sus movimientos. Estos movimientos son suaves y fluidos, centrando especialmente la atención del espectador en caderas y vientre. Tan sólo existen discrepancias entre los entendidos, sobre si estamos en presencia de un baile religioso, o por el contrario, el mismo tiene marcada tendencia sexual, bailándose con objeto de animar a los guerreros que antaño marchaban a las batallas.

En cualquiera de los casos, me parece de broma pesada que nuestro Ayuntamiento se dedique a tales menesteres. Si de organizar cursos es de lo que se trata, acérquense por el INEM, comprueben que piden los que en sus oficinas hacen cola, y actúen en consecuencia. Pero organizar un taller sobre la danza del vientre, que además hay que suspender, suena más que nada a «tremenda cagada institucional». Supongo que será por aquello del vientre