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Confianza en quiebra

La debacle sufrida ayer por las Bolsas y el desconcierto que se ha apoderado de los gobiernos europeos redondearon ayer una jornada negra para las economías mundiales, acuciadas por los graves efectos que están provocando la crisis y la quiebra sucesiva de relevantes entidades financieras sobre la imprescindible confianza que precisa el sistema para empezar a remontar. El encadenamiento de actuaciones teñidas por la urgencia de los peores momentos por parte de varios ejecutivos comunitarios, con Alemania obligada a intervenir para salvar de la catástrofe al segundo banco hipotecario del país, ha acabado suscitando una oleada de inquietud tan poderosa que en estas circunstancias no sólo parece un objetivo inalcanzable restañar la profunda desconfianza existente. Empieza a resultar sumamente complicado calibrar qué decisiones pueden coadyuvar de forma eficaz a ese objetivo, y en qué momento concreto pueden hacerlo. Prueba de ello es el fracaso con que se ha acabado saldando la 'minicumbre' promovida por Nicolas Sarkozy el pasado sábado en París, donde el compromiso de que los poderes públicos acudirán al rescate de los bancos en apuros no logró imponerse a las discrepancias nacionales; una percepción de desunión que se vio agravada a las pocas horas por la reacción forzada de Alemania, que prometió garantizar todos los depósitos bancarios tras haber censurado a Irlanda por promover una medida similar.

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A ambos países se han sumado en las últimas horas Suecia, Austria, Dinamarca y Portugal, lo que ha acentuado tanto el temor general como la inquietante impresión de que Europa es incapaz de concertar una estrategia de mínimos frente a una crisis que requiere de iniciativas alejadas del frenesí con las que las está impulsando Sarkozy desde la presidencia francesa de la UE. En este escenario de zozobra y confusión, la excepcional reunión ayer de José Luis Rodríguez Zapatero con los responsables de las principales entidades financieras españolas debería haber servido para transmitir calma a los ahorradores y al resto de la ciudadanía sobre la acreditada solvencia de la Banca en nuestro país y la cobertura que proporcionan a sus clientes. Es cuestionable, sin embargo, que ese objetivo se haya logrado una vez que el Gobierno manifestó su intención de aumentar con carácter inmediato el Fondo de Garantía de Depósitos, sin aclarar en qué cuantía y sin explicar tampoco la premura en adoptar una medida que el propio Ejecutivo había vinculado a un acuerdo más amplio de los socios comunitarios. Aunque el Fondo español es el único que dispone de un colchón de recursos para asegurar los compromisos contraídos, la garantía de 20.000 euros por titular y entidad -el mínimo permitido por la UE- puede haberse quedado obsoleta ante la amenaza de una crisis como la actual. Pero su repentina elevación obliga al Gobierno a un esfuerzo de claridad para evitar que surja la desconfianza donde hasta ahora no había aflorado.