Miguel de Unamuno fue rector de la Universidad de Salamanca, donde ingresó como profesor de griego.
CULTURA

Unamuno, un escritor sin límites

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Considerado uno de los pensadores más importantes de España, Miguel de Unamuno fue un apasionado de la filosofía y la historia, siempre dubitativo entre la razón y el corazón, entre lo real y lo ideal. Para el escritor bilbaíno, la existencia de Dios era una cuestión primordial que chocaba con sus pensamientos racionalistas: ¿Podría la fe tradicional sostenerse ante los avances científicos de la época?

De esta controversia personal nacen libros como ‘En torno al casticismo’, de 1895, o ‘La vida de Don Quijote y Sancho’, en 1905. Pero no fue este el único tema que cuajó de ideas la obra literaria del Unamuno. La maternidad, la procreación, inmortalidad o el deseo del hombre por realizarse, llenaron páginas completas de títulos como ‘La tía Tula’ o ‘Tres novelas ejemplares y un prólogo’. Sin embrago, la necesidad de expresión de este profesor de griego y rector de la Universidad de Salamanca, propició un estilo literario muy personal, lejos de florituras y excesos. A tal punto llegaba su preocupación por no recargar su pluma, que sus personajes apenas si tienen una descripción física, pues lo importante para el autor era su lucha interna.

Excelso en sus trabajos, no obstante, su producción teatral no resultó ser tan brillante como sus poesías, ensayos o novelas. ‘La esfinge’, ‘Fedra’, ‘El otro’ o ‘El hermano Juan’ no son más que prolongaciones de su dualidad, de su conflicto personal, difíciles de llevar a un escenario. Con una trama mínima, Unamuno presenta a sus personajes con unos diálogos intelectuales, casi ensayístico, poco convenientes en forma para ser representados.

Con todo, el padre del discurso antifranquista ‘Venceréis, pero no convenceréis’, el filósofo pre-existencialista, como algunos le han catalogado, murió en su casa de Salamanca recluido en arresto domiciliario por su declaraciones contra la sublevación, en 1936. Sobre su fallecimiento, Antonio Machado escribió: ‘Señalemos hoy que Unamuno ha muerto repentinamente, como el que muere en la guerra. ¿Contra quién? Quizá contra sí mismo’. Una acertada reflexión sobre un ser perseguido por sus propias dudas.