VUELTA DE HOJA

Los incobrables

Los únicos españoles que no temen quedarse sin empleo son los Hombres del Frac. Si los impagados a la banca fueran capaces de formar un partido político ganarían las próximas elecciones ¿Quién puede enfrentarse a un ejército de deudores llenos de moral de derrota? Un vocablo que no era habitual en nuestras conversaciones ha emergido siniestramente y se habla de el corralito, o sea, de la posible administración de lo que era nuestro por unos señores que creían que todo era suyo. Las inyecciones de dinero fresco se les pueden infectar a muchos países, pero peor es el caso de otros donde la aguja ha pinchado en hueso. Parece que la Reserva Federal no tiene las suficientes reservas y que el Banco Central está algo descentrado. Wall Street es un manicomio donde faltan plazas.

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Las encubiertas nacionalizaciones están deteniendo la caída de la Bolsa, pero no el derrumbamiento de la vida cotidiana de muchos ciudadanos. A quienes tenemos eso que se llama «cierta edad» resulta más difícil asustarnos. De muerto no se pasa. Tenemos una psicología de supervivientes y creemos que vivir consiste en irse librando. Nos libramos de los bombardeos, de los sermones, de los desfiles y de las lealtades quebrantables. Los llamados niños de la guerra nos quisimos quedar a ver en qué quedaba esto. Luego vino un tiempo de esperanza. Al parecer no lo merecíamos. Ahora ha llegado una época de austeridad obligatoria que nos mete otra vez en el túnel del tiempo. Condoleezza Rice empieza a chillarle a Putin para calentar el ambiente que requiere toda guerra fría bien planteada y estamos al borde de oír el conocido grito de «¿Rusia es culpable!», que nos quita años, antes de quitarnos el dinero. Vaya lo uno por lo otro. Lo peor son los incobrables, pero hay que seguir. Ya se sabe que Dios aprieta pero no afloja.