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Un río, manolo y sanlúcar

Soy de los que opinan que los habitantes de las ciudades y pueblos que gozan de la desembocadura de un río tienen una sensibilidad especial. No es que sepa cuál es la razón para que esto ocurra, pero lo percibo. Cuanto más si hablamos de la muerte hecha orilla de un río como el Guadalquivir en Sanlúcar. El Betis de los romanos o el Wadi Al-kabir (Río Grande) de los andalusíes cuenta además con el derecho real de hermanar lo más granado de nuestra tierra como Córdoba o Sevilla. Esto es, un curso plagado de viejas culturas que van a parar en aluvión a esa mágica esquina del Coto Doñana. Como ha admitido el ilustre Caballero Bonald: «El paisaje de Sanlúcar es cultural porque aquí está la historia vivamente reproducida en el propio entorno». Manolo Sanlúcar es hijo predilecto de este rincón y uno de los músicos internacionales más importantes.

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Me alegra especialmente el homenaje de la Bienal de Sevilla. Porque, además, se rinde especial tributo al músico flamenco que, aún hoy, sigue estando en una especie de marginación intelectual. ¿Cuántas veces he escuchado en palabras del propio Manolo y del mismo Paco de Lucía la misma aseveración! En un curso universitario otro colega y amigo, el musicólogo Faustino Núñez, comentaba que una obra como la del sanluqueño podría perfectamente equipararse con la de cualquier otro músico culto de la Europa continental. Sólo que en vez de apostrofar las obras con Manolo Sanlúcar opus 1, op. 2... llevan los nombres de Trebujena o Maestranza. También los dijo el de Algeciras cuando se le nombró Doctor Honoris Causa por la UCA, no sin cierto complejo de inferioridad: «Estoy orgulloso porque este reconocimiento es también para una música que no está en los libros, pero que es tan importante como lo que está en los libros».

Por tanto, el homenaje secular a Manolo Sanlúcar por parte de la Bienal, lo es también para la música a la que ha dedicado la vida de modo monástico enriqueciendo sus conceptos a una altura insuperable. Y de paso a ese rincón tan especial donde el río se convierte en armonías de manzanilla con el maestro. ¿Enhorabuena Manolo!