Cádiz C.F. | OPINIÓN

Regreso a los orígenes

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Antonio Muñoz vuelve a Segunda B, la categoría que le vio nacer como presidente y donde se forjó la leyenda de experto en hacer encajes de bolillo con dos perras gordas. De esa época datan sus éxitos más contundentes: dos ascensos que le entronizaron en su ciudad de adopción y que le sirvieron para labrarse un nombre por toda la provincia. Los recibimientos en loor de multitudes dieron paso a un club que tocó techo en Primera de la mano de Espárrago. Precisamente del desencuentro con el técnico uruguayo surge su etapa más gris que se ha tornado en negra con un merecido -por mucho que una masa cegada por los colores insista en lo contrario- descenso a unos infiernos que el cadismo daba por inexistentes desde el 29 de junio de 2003. Un lustro más tarde, con más canas, experiencia y el saco de los errores de bulto hasta arriba, al mejor presidente que ha tenido el Cádiz en el siglo XXI (y a ver quién es el guapo que demuestra lo contrario) se le presenta una oportunidad única para congraciarse con la historia. El verano se acaba con un rosario de gestos y declaraciones que invitan a pensar que el señor Muñoz sigue decantándose por ciertas manías que han lastrado su amplio periodo al frente del club amarillo. Apostó fuerte por ganar un recurso que viniera a maquillar el merecido castigo del descenso, pero ha sabido cubrirse las espaldas formando una plantilla que parece en disposición de morder y dar las patadas necesarias para que esta pesadilla apenas dure un año. La llegada a última hora de Rosu y Toedtli llama al optimismo porque todavía quedan euros en las arcas cadistas para posicionar al equipo como claro candidato al ascenso. Ante semejante panorama, no queda otra que enterrar el hacha de guerra y darle a este Cádiz y a su presidente un voto de confianza después de un verano en el que la palabra esperpento se ha quedado pequeña para definir todo lo ocurrido.